Sidste opdatering tirsdag 22, 2024 ved colgadoforelfutbol
Ese fenómeno social en que se ha convertido el fútbol está rodeado de símbolos. Símbolos con los que un grupo de personas se identifica y que, generación tras generación, interioriza y hace suyos. Escudo, farver, camisetas y como no, estadios. Esos espléndidos escenarios de alegrías y desilusiones.
Cada ciudad, cada equipo, tiene el suyo. Todos tienen su historia, con mayor o menor solera. Campos viejos, estadios nuevos. Todos ellos llenos de vivencias y de recuerdos. Pero como todo en la vida, los estadios también quedan sometidos al implacable paso del tiempo, a los trámites urbanísticos y la especulación del terreno.
“El Viejo” Los Cármenes fue la auténtica fortaleza del mejor Granada C.F. af historien. Un coliseo por el que desfilaron los mejores futbolistas durante décadas. Majestuoso se levantaba delante del enigmático Monte del Sombrero. Adornado por una envidiable estampa: San Miguel, el Albayzin y, a lo lejos, Sierra Nevada.
Han Estadio de Los Cármenes se construyó en 1934. Sin dinero para afrontar la obra, fue el apoyo popular (mediante aportaciones económicas) y el del presidente del club entonces, el arquitecto Fernández Fígares, los que lograron levantarlo. El propio presidente afinaba el proyecto con una fachada “de verdadera fantasía”: Un triple arco rojiblanco.
No hubo inauguraciones, ni grandes alardes. El campeonato empezó y el balón echó a rodar en el césped de un estadio todavía sin nombre que acogía a un dueño que estaba a punto de cambiar el suyo. Han Recreativo Granada vencía al CD Malacitano y Calderón lograba el primer gol.
Por iniciativa popular el estadio se bautizó como las casas típicas granadinas (Carmen), la casa de todos los granadinos sería Los Cármenes. Un estadio de primera división durante 17 årstider. Hincaron la rodilla uno a uno los grandes de la liga. I 4 ocasiones el Madrid, otras 4 han Barça, 8 han Atlético…
La maldición del viejo estadio
Con el terreno de juego más grande de toda la competición, se convirtió en un campo temido por todos los rivales. En él un equipo aguerrido hacía de cualquier metro del terreno de juego una trinchera y una afición entregada hacía de sus gradas un continuo bombardeo. Imidlertid, como si fuera víctima de un terrible mal de ojo, en sus más de sesenta años de vida deportiva, jamás acogió una celebración del Granada C.F. Orgulloso veía desde la lejanía como sus pupilos regresaban triunfantes desde cualquier provincia española con un ascenso de categoría bajo el brazo.
Fiel compañero en el inicio de las vacas flacas del Granada CF, pronto fue desatendido. El doloroso paso del tiempo lo convirtió en una molesta mole de hormigón, repudiada y olvidada. Mientras el club se sumía en su particular edad oscura, el estadio se convirtió en un gigantesco lastre que impedía el resurgir del historisk. Los Cármenes quedó relegado a un cementerio de sueños. No tardaría en ser sacrificado en beneficio de éste, que vendía su único patrimonio a cambio de un salvavidas pinchado.
El antiguo coloso tuvo una despedida calamitosa. Al igual que en su nacimiento, tampoco hubo actos festivos. I 1995 el “antiguo” Los Cármenes decía adiós, hastiado, agujerado y corrompido. Poco fútbol en un tedioso partido de 2ªB, lige 500 fieles sentados en el hormigón agrietado, vieron empatar a su Granada con el Sevilla B. Roberto Valverde tuvo el honor de anotar el último tanto nazarí.
El nuevo estadio de Los Cármenes
Unos meses antes había nacido el Nuevo Los Cármenes, municipal, arrendado al Granada CF. El Viejo, desde la lejanía, por fin vio un acto de inauguración. Lo hizo abochornado, Real Madrid mediante.
Encallado en los trámites urbanísticos, esperaba un final que, año a año, fue más cruel. Abandonado, repudiado y prácticamente descuartizado aguantaba en pie sirviendo como parking de vehículos. Durante meses el terreno de juego compartía entrenamientos y coches. Pronto el balón dejaría de rodar, ya solo lo harían los neumáticos.
Llegó 2003 y comenzó su derribo, su entierro. Se convirtió en polvo, igual que cualquiera de los granadinistas. Porque bien es cierto que aquel gigante de hormigón latía con sangre rojiblanca.
Pocos han sido los recuerdos de la ciudad de Granada a aquel espacio que tanto le dio. Blandt dem, el más bonito, la portada del ferial de 2006. En la semana señalada de Granada, sus fiestas del Corpus y en el sitio clave, emergía más fuerte que nunca el Antiguo Los Cármenes. Un acto que parecía ser un intento de reconcilio de la ciudad con uno de los hechos más bochornosos del boom urbanístico.
Una reconciliación que un sector del granadinismo sigue demandando. Aquella “fachada de fantasía”. Aquella entrada a tantos sueños. Aquellos arcos, que quedaron en la memoria como un auténtico símbolo granadinista, claman ser rescatados del olvido.