Azken eguneratzea azaroa 25, 2019 arabera Javier Argudo
El mundo del fútbol está lleno de palabras y expresiones que heredamos y que muchas veces no nos paramos a analizar su origen. Estamos más que acostumbrados a referirnos a los aficionados de un determinado equipo como ‘hinchas‘ pero… ¿de donde proviene esta palabra? ¿Cuál fue el primer hincha de la historia?
Prudencio Miguel Reyes
Recién entrado el siglo XX, Prudencio Miguel Reyes Viola asumió las tareas de utillero en el Montevideoko Nazionala, bat clubs históricos del fútbol uruguayo. Las funciones de Reyes no sólo consistían en tener las botas lustrosas y las equipaciones debidamente impolutas previo a cada partido, sino que también se ocupaba de que los balones – traídos expresamente desde Inglaterra- estuvieran a punto, tanto en los entrenamientos, como en los partidos que se disputaban en el abarrotado campo del Nacional. Esta última tarea acabó siendo tan apreciada por jugadores y técnicos, que solapó a sus otras funciones, de tal modo que en aquel país a los utilleros se les vino a llamar “hinchadores”.
Cualquiera puede imaginar que el fútbol de entonces era muy diferente al de hoy en día. No sólo por razones tácticas – hoy sería inimaginable ver a un jugador ocupando su posición en el campo de forma estática o plantear un esquema de juego en el que tres defensas se las han de ver contra cinco delanteros – sino que también difería el entorno y la repercusión mediática. Esto se reflejaba en el terreno de juego y en la grada.
La celebración de los goles solía limitarse a un breve abrazo entre los futbolistas implicados en la jugada en cuestión, alejada diametralmente de los arrebatos pasionales que se nos ofrecen hoy en día, adornados con toda suerte de piruetas y gesticulación variopinta. También era diferente en la grada, donde los aficionados permanecían impasibles ante los avatares de su equipo, limitándose a aplaudir cuando los suyos conseguían marcar un gol o a censurar en voz alta alguna decisión arbitral. Beste ezer ez.
Historiako lehen zalea
Pero hete aquí que alguien no encajaba con los cánones de la época. Desde la banda, ren ona Reyes, el “hinchador” del Nacional, con su portentoso vozarrón, se desgañitaba durante todo el partido animando a los suyos de forma ininterrumpida: “Arriba Nacional”, “Vamos Nacional”, “Nacional, Nacional, Nacional”. Hasta el punto de contagiar a buena parte de la grada que seguía, a coro, los gritos de ánimo que el utillero, que el “hinchapelotas” del club–en el sentido menos peyorativo del término- improvisaba.
Reyes no sólo hinchaba balones, sino que “hinchaba” a sus jugadores, insuflándoles ánimos en los momentos críticos de cada partido. Para los jugadores del Nacional, el empuje del utillero se convirtió en una necesidad mayor que el almidonado de las camisolas. El “hinchador”, el “hincha”, hacía que pudieran sacar en cada encuentro lo mejor de su juego.
Su fama corrió por todo Uruguay, el “hincha” del Nacional, el más animoso aficionado, el mejor utillero, hasta tal punto que el doctor y escritor charrúa Ricardo Forastiero le dedicó uno de sus poemas. Había nacido el primero de los hinchas, de los seguidores animosos que no se limitaban a observar el partido de fútbol, sino que formaban parte de él.