Azken eguneratzea otsailean 17, 2020 arabera Javier Argudo
San Lorentzo Almagrokoa es uno de los clubes de fútbol más reconocidos mundialmente. Ocupa la tercera posición en la clasificación histórica de la liga argentina, ondoren Boca Juniors y River Plate. Y es uno de los denominados “5 Grandes de Argentina”, un selecto grupo donde se engloban los clubes argentinos más relevantes socialmente por su antigüedad, trayectoria o número de seguidores.
Tanto el propio club como su hinchada son conocidos por dos importantes apodos: Zikloia o Cuervo, aunque también ostenta otros menos usuales como los santos o los matadores. Hala ere, hace décadas era conocido por otro que ha ido cayendo en el olvido pero que lo vincula directamente con España, San Lorenzo de Almagro era conocido como “el club de los españoles”. Orain, en nuestro país, San Lorenzo es más conocido por el sorprendente apoyo del papa Francisco, por su derrota en el Mundial del Clubes frente al Real Madrid en 2014 o por los originales cánticos de su hinchada, la Gloriosa Butteler. Prácticamente se ha olvidado su vinculación histórica con nuestro país.
Hay que remontarse hasta la Guerra Civil (1936-1939), la lucha fraternal que dividió a España. La guerra en el País Vasco fue especialmente dura, el presidente Aguirre decide el envío de un equipo de fútbol compuesto por jugadores vascos a una gira internacional que permitiera recibir recursos económicos y apoyo exterior. Entre los seleccionados se encuentran auténticas estrellas del fútbol español: Luzeagoa, erreka, Gorostiza… los cuales aceptan la difícil misión dejando a familiares y amigos en una situación crítica y sin la certeza de volverlos a ver. Frantzia, Georgia, Ukraina, bielorrusia, Rusia… el viaje se va impregnando de desesperanza conforme la guerra se va orientando hacia el lado franquista. La caída de la ciudad de Bilbao divide al equipo, unos vuelven y otros se ven obligados a cambiar de continente.
La llegada del Equipo Euzkadi a América dejará una huella imborrable en el Continente de la Esperanza. Mientras los jugadores esperan una resolución internacional del conflicto español, sobreviven jugando ofreciendo partidos de exhibición en diversos países. Denboraldian 38/39 se inscriben la liga mexicana consiguiendo un meritorio subcampeonato. El tiempo va pasando y con él, las esperanzas de volver a casa se van perdiendo. Sin posibilidad de regresar a España las historias personales de aquellos jugadores vascos se empiezan a desperdigar por toda América. Aquí llegará la aventura que una para siempre a San Lorentzo Almagrokoa con España.
Es necesario para comprender el transcurso de esta historia, conocer la particularidad del barrio que vio nacer al club de San Lorentzo, Boedo. Humilde y esencialmente emigrante, sus calles se fueron poblando por aquellos viajeros europeos de primeros del siglo XX que llegaron a la Argentina obnubilados por su carácter cosmopolita, entre ellos una importante comunidad de españoles y cuyos sueños y melancolías convertirían a Boedo en el barrio bohemio bonaerense por antonomasia.
Berak Zikloia era por entonces uno de los grandes clubes de América y hará prevalecer esta posición para tentar a los exiliados vascos. Primero será el gran goleador Isidro Longer, pichichi de la liga española en 1934, 1935 y 1936, el que arribe a Buenos Aires; pronto le acompañará Ángel Zubieta, un joven canterano del Athletic de Bilbao que justo antes del comienzo de la guerra había debutado con la selección española con apenas 17 urteak (récord de precocidad que aún hoy, casi noventa años después, sigue vigente). La imagen de Lángara y Zubieta portados a hombros por la comunidad española de Boedo en el césped del Gasometroa dio la vuelta al mundo, como representación de la represión franquista.
La casualidad y la política hicieron que el lazo de afecto entre españoles y San Lorentzo Almagrokoa se cristalizara en una impensable gira del club argentino por España en una época en la que el régimen fascista se asfixiaba en un férreo bloqueo internacional. Perón ofreció un programa de colaboración a Franco, en mitad de las ayudas económicas y sociales, el campeón argentino disputaría de una serie de partidos en España. La casualidad quiso que ganara el campeonato San Lorenzo.
En diciembre de 1946, bajo la lluvia de congratulaciones de una prensa exultante, llegó San Lorenzo a España. Jugaría una decena de partidos por varios puntos de la Península Ibérica, enfrentándose a Real Madril, Atletico Madril, Bilboko Athletic, Valentzia, Portua, incluso contra un combinado de futbolistas españoles y la propia selección portuguesa. Allá donde disputara el partido, berak Zikloia era recibido con gran expectación y los prolegómenos de cada uno de ellos se convertían en una auténtica fiesta. Argentinarrak, deseosos de devolver el cariño a la afición, saltaban al terreno de juego con una gran bandera española. Caprichos del destino, ésta era portada por uno de aquellos a los que la bicolor había obligado a abandonar su patria.
La actuación del equipo argentino fue brillante y la gira resultó ser un rotundo éxito que derramó ríos de tinta tras cada uno de aquellos encuentros. Hala ere, no quedó ni una letra para el undécimo de ellos y eso que fue, zalantzarik gabe, el más especial de todos. Berak 6 urteko urtarrilekoa 1947, Zubieta, el capitán español de los argentinos guió al equipo azulgrana hasta su casa, Galdácano, para jugar un partido contra vecinos y excompañeros en el campo donde empezó a patear un balón. Aquel día de reyes, Zubieta recibió el regalo más deseado, el abrazo de su madre en la misma tribuna del pequeño estadio en el denominado “partido olvidado de San Lorenzo”, un partido silenciado por el Frankismoa.
San Lorentzo Almagrokoa volvió a Argentina dejando maravillados a los aficionados españoles de España para seguir maravillando a los aficionados españoles de Argentina. A unos y a otros, a los que separaba la política, San Lorenzo los unió, para ser por siempre el “club de los españoles”.