Azken eguneratzea azaroa 11, 2019 arabera Javier Argudo
Futbola, ese deporte que mueve cantidades millonarias, que es acusado de ser la mitad del pan y circo del siglo XXI y que es capaz de generar sentimientos que van más allá de lo meramente racional, fue capaz de dar una lección de democracia y autogestión colectiva a la Brasil dictatorial de inicios de los años 80. Hala ere, si giramos nuestra mirada hacia el mundo del fútbol actual, en el que la liga española e inglesa tienen nombre de banco, donde se firman contratos en los que prima más lo económico que lo deportivo, y donde, en definitiva, se están perdiendo los valores que llevaron al balompié a ser un gran movimiento de masas, parece imposible que hace poco más de 30 años un equipo de fútbol plantase cara a una dictadura y fuese inspiración para un país entero. Eso fue lo que ocurrió en una Sudamérica plagada de dictaduras militares; hablamos del Korintoarrei Brasildarra, hablamos de la Korintoko Demokrazia.
CONTEXTO HISTÓRICO
Pero antes de analizar la experiencia corinthiana debemos establecer unas líneas históricas que nos permitan saber en qué contexto nos movemos. Es necesario remontarse a 1961, noiz Joao Goulart, miembro del Partido Trabalhista Brasileiro llegó a la presidencia de Brasil apostando por una política que defendía una mayor participación del Estado en la economía con el objetivo de desarrollar las políticas agrarias, industriales y educativas que el país necesitaba. Pero Brasil correría la misma suerte que muchos de sus países vecinos y solo tres años después de la victoria democrática del Partido de los Trabajadores de Brasil tuvo lugar un golpe de Estado que acabó con el experimento progresista y colocó a los militares en el poder. Estos militares seguían dirigiendo los designios de los millones de brasileños a principios de la década de los 80, aunque como consecuencia de la pérdida de apoyo internacional, el régimen se vio obligado a ceder en determinadas parcelas y lanzar mensajes de aperturismo, siendo un ejemplo de ello la celebración de elecciones. Pero obviamente se trataba de unas elecciones en las que el sufragio no era directo, donde el proceso estaba controlado por una comisión electoral y donde, beraz, la victoria de los candidatos opuestos a los militares, era inviable.
Es en este contexto donde comienza a fraguarse la Korintoko Demokrazia. Berak Sport Club Corinthians era uno de los grandes equipos brasileños, pero en los últimos 25 años solo había obtenido dos títulos, unos resultados muy pobres para una escuadra que por historia y seguidores se veía obligada a luchar por todos los títulos que tuviese a su alcance. Esta paupérrima situación comenzó a cambiar con Waldemar Pires, quien accedió a la presidencia del club en 1981 y decidió contratar para el puesto de “Director General de Fútbol” a Adilson Monteiro Alves, un sociólogo, ex militante universitario, que sentó las bases de la Democracia Corinthiana, una experiencia que, a pesar de sus esfuerzos, no se habría desarrollado sin la presencia en el equipo de cuatro jugadores fundamentales: Walter Casagrande, Zenon de Sousa, Wladimir Rodrigues y uno de los futbolistas más grandes que ha dado la historia del fútbol: Sokrates.
SOKRATES, ‘EL DOCTOR’ DEL FÚTBOL
Apartarnos por un momento de la experiencia corinthiana y dedicar unas palabras a Sokrates es completamente necesario, puesto que, sin él, probablemente no se habría desarrollado el tema que nos ocupa. Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira fue sin duda un jugador atípico. Del mismo modo que demostraba calidad con cada pase que daba en el terreno de juego, con cada taconazo que generaba una jugada imposible o con cada gol que besaba las redes sin que el portero contrario pudiese hacer nada al respecto, había conseguido licenciarse en medicina, una carrera que compaginó con su interés por la filosofía, el arte, la cultura y la política, un cúmulo de factores que propició que recibiese el apodo de El Doctor.
Como se ha adelantado, Sokrates fue uno de los grandes promotores de la Democracia Corinthiana un modelo de autogestión que se organizaba mediante la celebración de asambleas en las que el entrenador, Lehendakaria, la estrella del equipo y el utillero tenían el mismo poder: el voto. En estas reuniones se decidían asuntos como los horarios de los entrenamientos, la celebración de concentraciones antes de los partidos, las partidas presupuestarias, los fichajes y salidas o la continuidad del entrenador. Se trataba de una situación revolucionaria y sin precedentes en el fútbol, algo que se deduce de las propias palabras de futbolista: “Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos. Al inicio hubo ansiedad en mis compañeros, que no estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo y se prepararon para enfrentar su profesión y su vida”.
El reflejo de esta gestión en un grupo de jugadores jóvenes hastiados de dictadura era simple: “cuando entrábamos a la cancha, jugábamos mucho más que en un simple partido. Luchábamos por la libertad en nuestro país”. Quizás fue esto lo que llevó al Korintoarrei a proclamarse campeón del Campeonato Paulista en 1982, algo que fue acompañado, como consecuencia de la buena gestión, de la obtención de unos beneficios económicos que sirvieron, no solo para pagar las deudas del club, sino para obtener un superávit de 3 millones de euros de cara a la temporada siguiente.
Pero los ideólogos de la Korintoko Demokrazia no se limitaron a establecer una gestión democrática del club, sino que comenzaron a participar activamente en la política del país. Berezkoa Sokrates jugaba con una cinta en la cabeza que solía adornar con mensajes políticos, pero el club dio un paso adelante y decidió apoyar la candidatura a gobernador de Sao Paulo de un declarado aficionado del Korintoarrei, Jose Inazio Lula da Silva, quien a la postre llegó a convertirse en Presidente de Brasil y hoy paga en la cárcel el rencor de los hijos de aquellos militares que le cortaron las piernas a la sociedad brasileña. Horrela, durante la temporada de 1983, los jugadores llevaron mensajes en su camiseta que, desafiando a la dictadura, exhortaban a los ciudadanos paulistas a votar a las elecciones a Gobernador. Hala ere, esto solo fue el primer paso, ya que la mayor muestra de activismo político estaba aún por venir.
Ganar o perder pero siempre con democracia”
El senador Teófilo Varela inició un movimiento llamado Diretas Já que buscaba la celebración de elecciones con sufragio universal y directo para la elección del Presidente de Brasil. Los cuatro grandes futbolistas del Korintoarrei, Sokrates, Vladimir, Zenon y Casagrande, tomaron parte en las manifestaciones populares, llegando incluso a subir al estrado tras una de las manifestaciones y pronunciar un discurso delante del millón de brasileños que abarrotaban las calles de Sao Paulo. Hala ere, el hecho más relevante tuvo lugar en la final del Torneo Paulista de 1983, una final que enfrentaba a dos eternos rivales, berak Korintoarrei eta São Paulo. El Timao, sobrenombre con el que se conoce al Corinthians, saltó al terreno de juego con una gran pancarta que rezaba lo siguiente: “Ganar o perder, pero siempre con Democracia”. Estadioa, repleto de aficionados, enloqueció, y los gritos de anhelo democrático resonaron a lo largo y ancho de todo el país. Espoleados por la afición, berak Korintoarrei ganó con gol de Sokrates, el Timao y El Doctor no solo entraban en la historia, sino que se convertían en leyenda.
In 1984 Sokrates declaró que abandonaría Brasil si el Parlamento no aprobaba la celebración de elecciones directas, y a pesar de que la mayoría de la Cámara votó a favor de la celebración de las mismas, no se alcanzaron los dos tercios necesarios para su aprobación. Sócrates cumplió su amenaza y abandonó el país rumbo a la Fiorentina, comenzando así el principio del fin de la Democracia corinthiana. El astro brasileño, quien dijo que “el fútbol se daba el lujo de permitir ganar al peor” y que por lo tanto no había “nada más marxista o gramsciano que el fútbol”, acabó muriendo en 2011 víctima de una cirrosis provocada por años de adicción a la bebida.
El espigado futbolista, que midiendo 1’91 y teniendo un 37 de pie llegó a marcar penaltis incluso de tacón, había dicho en 1983 que quería morir en domingo y con el Korintoarrei txapeldun. Murió un domingo por la mañana y esa misma tarde el Korintoarrei ganó el Torneo Paulista, Patuaren gauzak. Un destino que le dio a Sokrates un final digno de la leyenda en la que se convirtió aquel día que, como máximo exponente de la Democracia Corinthiana, revolucionó a un estadio que ansiaba, incluso más que la victoria de su equipo, la llegada de la democracia.