Azken eguneratzea martxoan 19, 2020 arabera Javier Argudo
Mario Américo fue toda una institución de Brasil. Masajista de la “canarinha” entre 1950 y 1974, e la que su selección ganó tres títulos de campeón del mundo. Garaia, gainera, todo un personaje pintoresco dentro del panorama deportivo del país. Los jugadores brasileños le apodaron primero como el “hechicero” por su capacidad para recuperar las molestias de los futbolistas, pero fue conocido como “el palomo mensajero” por la prensa y por el común del público, porque también, mientras daba sus masajes, transmitía las órdenes y directrices del entrenador de turno.
Su calva y su amplia sonrisa pronto se hicieron un hueco en la prensa del país, trascendiendo a lo deportivo. Considerado como el mejor masajista brasileño del momento, berak Botafogo quiso ficharle ofreciéndole exactamente el doble de lo que la Federación de Fútbol de Brasil le pagaba por desarrollar su trabajo en la selección. Lo rechazó porque la F.F.B. le ofreció compatibilizar su cargo de masajista del equipo nacional con un puesto de funcionario, de por vida, en la administración pública del estado de Sao Paulo.
Hizo amistad con todos los grandes de la época, con los que alternaba en fiestas, los controlaba para que no hicieran excesos que perjudicaran después su faceta deportiva, y con los que compartía fotos y portadas en las revistas deportivas y de “sociedad” del momento: Azala, Vavá y Garrincha se convirtieron en inseparables del “palomo mensajero” de la selección.
Estuvo presente en siete mundiales, hecho único en la historia del fútbol y fue protagonista de múltiples anécdotas, como la del “robo” del balón de la final del Mundial de Suecia de 1958. El presidente de la federación brasileña le encargó que, en caso de ganar, se hiciera con el balón para conservarlo de recuerdo. En cuanto el colegiado francés Guigué señaló el final del encuentro (con victoria brasileña por 2 a 5 frente a los anfitriones suecos), Mario Américo salió del banquillo corriendo y se apoderó del balón, siendo perseguido por el colegiado francés sin éxito. El masajista brasileño se metió en el túnel de vestuarios a toda velocidad y el balón quedó en poder de la F.F.B.
Tras su retirada su popularidad era tal, que fue tentado por el mundo de la política, convirtiéndose en candidato por el partido Movimiento Democrático de Brasil y siendo elegido concejal por Sao Paolo en las elecciones municipales de 1976.