Última actualización agosto 21, 2019 por Javier Argudo
Iván Campo era uno de esos futbolistas que, no se sabía muy bien por qué, caía bien a gran parte de los aficionados al fútbol. Ese aspecto desaliñado, esa pinta de bonachón le convertían en uno de los jugadores que más llamaban la atención en el fútbol de finales de los 90 y primeros años del 2000.
Sin embargo, debajo de esa carcasa había una persona de lo más normal. Un tipo al que le gustaba salir a cenar y pasar desapercibido como cualquier otro, algo que era bastante sencillo cuando comenzó su carrera en el Alavés en la temporada 1993-1994 que por aquel entonces militaba en Segunda División B. Pronto logró el ascenso con el conjunto vitoriano a Segunda y con tan sólo 21 años fue contratado por el Real Valladolid para jugar en Primera. Todo iba genial aunque también demasiado rápido.
El central vasco siguió con su gran progresión y fue el Valencia el que no se lo pensó dos veces para ficharlo pero aquí llegó el primer revés de su carrera ya que no contó con minutos y se pasó la mayoría del tiempo en el banquillo o en la grada por lo que volvió a hacer las maletas y se marchó al RCD Mallorca.
Fue en la isla donde volvió a recuperar su mejor versión hasta tal punto que el Real Madrid fue quien se lanzó a acometer el fichaje de Iván. Después de muchas vueltas, el jugador llegaba a uno de los clubes más grandes del mundo y es aquí cuando se dio cuenta de la tremenda presión a la que un futbolista es sometido en un club como el merengue.
IVÁN CAMPO FICHA POR EL REAL MADRID
Iván Campo estuvo 4 temporadas en el Real Madrid (firmó un contrato de 5) y su rendimiento en el campo fue de más a menos. El día 3 de octubre de 2001, por primera vez en su historia, el club hizo un comunicado oficial en el afirmaba que el futbolista sufría una grave crisis de ansiedad y que debía someterse a terapia con profesionales de la salud mental.
En una reciente entrevista el jugador confesó que vomitaba antes de cada partido para liberar los nervios (como si fuera algo normal), pero ese día ya no aguantó más y se derrumbó. El central madridista afirmó que se sentía agobiado por las duras críticas de los aficionados y de la prensa y que únicamente sintió apoyo en la plantilla. Llegó a sufrir arritmias y tenía pánico a la muerte. Finalmente, se marchó del equipo al finalizar esa temporada rumbo a Inglaterra donde triunfó en el Bolton Wanderers en el que fue un jugador muy importante durante 6 temporadas.