Última actualización diciembre 28, 2020 por Javier Argudo
Nada hay peor que la guerra. Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha librado miles de batallas que son parte de la historia y que nos gustaría borrar de nuestra memoria pero es imposible. Sin embargo, dentro del drama que supone este tipo de confrontaciones bélicas, existen pequeñas historias que nos llenan de esperanza. La conocida como Tregua de Navidad es una de ellas.
El 24 de diciembre de 1914, durante la I Guerra Mundial y en pleno enfrentamiento entre ambos bandos, las tropas alemanas y las inglesas se apostillaban en el campo de batalla preparados para un supuesto ataque el día siguiente. Nada más lejos de la realidad. Los soldados germánicos comenzaron a cantar villancicos y a adornar sus trincheras y algunos árboles. Este hecho hizo que los británicos se contagiaran de este espíritu navideño y comenzaran a hacer lo mismo. Ambos acordaron una tregua de Navidad que pasó a la historia.
Los combatientes intercambiaron regalos (básicamente whisky y cigarrillos). Además se jugó un multitudinario partido de fútbol gracias, según se cuenta, a un balón que un soldado escocés portaba consigo en el mismo campo de batalla donde un día antes soldados de uno y otro lado habían muerto. De hecho, este alto el fuego sirvió también para que los caídos fueran enterrados.
Todos estos hechos quedaron reflejados y documentados gracias a las cartas que los jóvenes enviaban a sus familiares. En algunas de ellas se habla de este histórico partido incluso se cita una posible victoria de Alemania por 3 goles a 2 aunque en aquellas circunstancias el resultado, como es lógico, fuera lo menos importante.
Esta tregua no hizo ninguna gracia a los altos mandos militares. De hecho, no estuvo aprobada por ninguno de ellos que se encargaron de que no volviera a repetirse el año siguiente advirtiendo que algo semejante tendría graves consecuencias. Sin embargo, aquel 24 de diciembre de 1914 el fútbol y la buena voluntad de aquellos soldados sirvieron para detener la guerra.