Última actualización abril 23, 2024 por colgadosporelfutbol
Por mucho que se empeñen los principales organismos y altos dirigentes del fútbol moderno, hay algo que con lo que nunca podrán acabar. El fútbol callejero marcó la infancia de los niños de todo el mundo y, curiosamente, comparte una serie de reglas básicas que son bastante semejantes alrededor del mundo.
En la actualidad se está perdiendo por culpa de las prohibiciones de muchos ayuntamientos a que se juegue a la pelota en la calle y el hecho de que los niños cuenten con buenas instalaciones. Es por ello que queremos reivindicar y recordar el fútbol más puro.
Algunas de las mejores reglas del fútbol callejero de antes
Los dos mejores eligen
Es la primera norma del fútbol callejero. Los dos mejores jugadores eran nombrados capitanes y se encargarán de ir eligiendo por turnos a cada uno de los compañeros. Lógicamente, el que peor juega suele quedar el último con la consiguiente humillación que eso supone.
Las porterías
Una vez los equipos quedaban definidos llegaba el turno de delimitar las porterías. Habían varias opciones pero normalmente se usaban dos piedras grandes, mochilas o varias chaquetas a modo de postes. También eran apetecibles las persianas bajadas de un garaje o se podía pintar la portería con tiza en una pared o muro.
El ‘gordito’ era el portero
Cuando ya teníamos los equipos y las porterías, tocaba colocar a los jugadores en el campo. El gordito solía ser el portero y los peores jugadores eran defensas. Los buenos, por supuesto, jugaban de delanteros y eran bastante ‘chupones‘. En el caso de que nadie quisiera colocarse de arquero alguien gritaba: «El último que toque el palo se pone».
Portero regateador
Pasaba muchas veces que el número de jugadores que se reunían en la calle para jugar un partido era impar. Esto provocaba que uno de los equipos contara con un jugador menos por lo que había que compensarle de alguna forma. Lo más habitual era que el portero del equipo que tenía inferioridad numérica actuara como ‘portero mosca’ o regateador.
Faltas y penaltis
Si no había sangre era prácticamente imposible que se pitara una falta. Del mismo modo, un penalti era señalado en el caso de que hubiera dudas de si un balón había entrado o no (a veces la pelota pegaba en el ‘poste’ y no quedaba claro).
No vale ‘trayón’
Todo el mundo tenía claro que no se podía chutar fuerte. El tiro había que controlarlo porque de lo contrario el gol quedaba anulado por fusilar al portero.
No vale tirar ‘alta’
En el caso de que las porterías fueran delimitadas con piedras, mochilas o chaquetas, era complicado marcar cuando se marchaba alta. La altura de la portería quedaba marcada de forma imaginaria según quién fuera el portero. Cuanto más alto era más alto podías tirar aunque esta norma siempre creaba controversia.
Penalti y gol… es gol
En el fútbol callejero si había un penalti pero la jugada acababa en gol, era gol. Quedaba demostrado que se priorizaba el espectáculo.
¿Cuándo se paraba el partido?
El juego casi nunca se interrumpía excepto, claro está, si pasaba un coche o un peatón. En ese caso, el que tenía el balón en su poder podía cogerlo con las manos y parar el partido avisando al resto. El juego se reanudaba en el mismo lugar y el esférico lo llevaba mismo jugador que lo había detenido.
Ley de la botella: El que la tira va a por ella
Esta norma también era sagrada. El que la tira va a por ella excepto si ha marcado gol. En ese caso, el que tiene que ir es el portero.
Quien marque gana
Es una de las reglas más extendidas del fútbol callejero en todo el mundo. Independientemente de cual fuera el marcador, llegado el momento de irse a casa (porque oscurecía el día casi siempre) el equipo que marcara el último gol ganaba el partido.
Si el dueño del balón se va… se acaba el partido
Sin embargo, a veces no se llegaba a ese último gol que definía el ganador. También podía pasar que el partido finalizara cuando el dueño del balón se tuviera que ir. Una veces era porque sus padres le llamaban y otras porque directamente se enfadaba con el resto de jugadores. Es mi pelota y se acabó.