Última actualización noviembre 25, 2022 por Javier Argudo
La Copa del Mundo de México ’86 es una de las más emblemáticas. En esta edición sucedieron varias cosas que forman parte de la historia, por ejemplo, el que para mucho es el mejor gol de la historia de los Mundiales, anotado por Manuel Negrete.
México es una de esas grandes selecciones que nunca ha logrado ganar un Mundial. En 1986, como anfitrión del torneo, tenía la obligación de hacer un buen papel y, lo cierto, es que lo consiguió.
La selección azteca finalizó la fase de grupos en primera posición por delante de Paraguay, Bélgica e Irak, sumando dos victorias y un empate. De esta forma, los mexicanos alcanzaban los octavos de final donde tendrían que verse las caras ante Bulgaria.
NEGRETE MARCA EL MEJOR GOL DE LA HISTORIA DE LA COPA DEL MUNDO
Fue precisamente en este partido contra los búlgaros donde se produjo el mejor gol de la historia de los Mundiales. Manuel Negrete, futbolista mexicano, ejecutó una tijera espectacular que se coló en la portería defendida por el portero de Bulgaria. Con este magnífico gol, los locales se marcharon al descanso en ventaja para cerrar en la segunda parte con otro gol el definitivo 2-0.
Sin embargo, en cuartos de final, la selección mexicana sucumbió ante Alemania en la tanda de penaltis después de que el tiempo reglamentario y la prórroga finalizaran sin goles.
En aquel mismo Mundial, el mítico Diego Armando Maradona se encargó de hacer historia. El Pelusa consiguió dos goles míticos en el partido que enfrentó a Argentina y a Inglaterra. Primero, el conocido como ‘Mano de Dios’. El segundo después de dejar sentado a medio equipo inglés arrancando desde el centro del campo bautizado como ‘Gol del Siglo’.
El tanto de Manuel Negrete fue elegido en 2018 por la FIFA como mejor gol de la historia de los Mundiales en una votación llevada a cabo vía internet. Por supuesto, son muchos los que mostraron su desacuerdo ya que consideran el de Maradona contra Inglaterra mucho más meritorio y emblemático. Sea como fuere, lo que está claro es que estamos ante dos auténticas obras de arte que, curiosamente, ocurrieron el mismo año y en el mismo estadio.