Última actualización noviembre 7, 2019 por Javier Argudo
Una de las frases más repetidas en el mundo del fútbol es: «Nadie recuerda al subcampeón». Sin embargo, en el caso de la selección de Holanda en el Mundial de 1974, bautizada con el nombre de ‘La Naranja Mecánica’, esto no es cierto.
De hecho, para muchos el ganador de aquel mundial fue el equipo holandés. No sólo moralmente, que lo fue, sino que mucha gente realmente así lo cree de forma errónea.
Los tulipanes habían logrado clasificarse para su tercera cita mundialista después de 36 años. Dicho así, no eran favoritos sobre el papel ni mucho menos.
‘LA NARANJA MECÁNICA’, UNA MÁQUINA PERFECTA
Sin embargo, el combinado de los Países Bajos fue engrasando la maquinaria y logró, con Johan Cruyff como líder absoluto, clasificarse para la segunda fase después de superar la primera liguilla venciendo a Uruguay y Bulgaria (2-0 y 4-1 respectivamente) y cediendo un empate contra Suecia (0-0).
El reto se planteaba mucho más complicado en la segunda liguilla con Brasil, Alemania Democrática y Argentina. Pero Holanda desplegó todo su potencial y pasó por encima de sus rivales como un auténtico rodillo.
En el primer partido los holandeses derrotaron por un contundente 4-0 a Argentina. Después fue una de las anfitrionas, Alemania Democrática la que cayó por 2-0, idéntico resultado que sufrió Brasil, que defendía el título de campeón obtenido en 1970.
De esta forma, Holanda se plantaba en la final con un balance de cinco victorias y un empate con 14 goles a favor y únicamente uno en contra.
ALEMANIA VS HOLANDA
La final, disputada en el Estadio Olímpico de Munich un 7 de julio de 1974 debía enfrentar a la Holanda de Cruyff contra la Alemania de Beckenbauer. De este enfrentamiento nació una gran rivalidad deportiva entre ambos a la vez que una enorme amistad en el terreno personal.
Alemania, y más jugando en casa, siempre es un rival complicado pero el gran fútbol que había desplegado ‘La Naranja Mecánica’ la convertían en favorito. Por si fuera poco, a los dos minutos de partido y sin que los alemanes hubieran tocado el balón, Cruyff era derribado en el área. Neeskens era el encargado de anotar el 0-1 para los holandeses.
Sin embargo, la competitividad de los alemanes está fuera de toda duda y un penalti más que riguroso (por no decir que inexistente) ponía las tablas en el marcador. Finalmente, un gol de Muller, el goleador insaciable, daba la Copa del Mundo a los alemanes y dejaba sin título a la Holanda de Cruyff, Neeskens y compañía.
Cierto es que en el fútbol no se puede hablar de justicia, pero que aquella selección holandesa se quedara sin copa es como si el Brasil de Pelé en 1970, la Argentina de Maradona en 1986 o la España de Iniesta en 2010 no hubieran tenido su recompensa.
Para muchos, la Holanda de Cruyff fue la vencedora de aquel Mundial de 1974 por ese estilo de juego que revolucionó el mundo del fútbol. Lástima que en el listado de campeones no aparezca aquel equipo y aquel enorme futbolista, para muchos el mejor de todos los tiempos.
