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Cuando Hungría era la mejor selección del mundo

Última actualización agosto 2, 2019 por Javier Argudo

Apenas un puñado de años después de que la Segunda Guerra Mundial asolase el país magiar, Hungría se imponía como la auténtica potencia futbolística mundial. En los crueles años de posguerra el país vivió un severo proceso de transformación política, miembro de las potencias del Eje durante la contienda, una vez finalizada, emergió la República Comunista. Un periodo en que la población fue sometida a una represión sin precedentes.

El estado, ávido por aprovechar su poder futbolístico como escaparate propagandístico, prohíbe que los futbolistas se marchen al otro lado de Europa. Son obligados a jugar en el Budapest Honved, el equipo del ejército. Quedan sometidos al implacable régimen comunista que exprimirá sus cualidades hasta el extremo.

«EL EQUIPO DE ORO»

Lógicamente el Honved nutrirá a la selección magiar en las competiciones de naciones, donde los húngaros mostraran al mundo su superioridad con el balón. Aquel conjunto se bautizó como “El Equipo de Oro” y su apelativo no era en balde, con un juego preciosista – precursor del fútbol total holandés de los años setenta- y con jugadores de la talla de Puskas, Czibor, Kocsis o Albert; infundieron pavor futbolístico por el viejo continente, derrotando y goleando a cualquier rival. Se proclamaron campeones olímpicos en 1952 y subcampeones del mundo en 1954 perdiendo la final que pasó a la historia como el Milagro de Berna, porque derrotar a los húngaros se consideraba todo un milagro.

Sin embargo, no todos los futbolistas de aquella gran generación fueron sometidos. Algunos, jugándose la vida, lograron atravesar el telón de acero y cruzar Europa. El caso más conocido es el de Laszly Kubala, el que en unos años se reconocerá como el mejor jugador del mundo, tuvo que huir de su país disfrazado de soldado en una escena de película.

HUNGARIA

A finales de los años cuarenta, una inesperada lluvia de estrellas del este cayó sobre Cine-Cittá. Aquella ciudad del cine levantada por Mussolini en su intento de plantar cara a Hollywood, se convertía en campo de refugiados donde se asentaron los geniales futbolistas que huían de los regímenes comunistas de Europa del este: los húngaros Kubala o Sarosi, el rumano Simotec o el yugoslavo Marik.

Hungría los declaró prófugos y la FIFA los sancionó. No podrían ser contratados por ningún club europeo. Su carrera profesional quedó truncada por la intransigencia de las autoridades comunistas. Dadas tales vicisitudes la única salida que tenían para subsistir era ofrecer partidos amistosos a modo de exhibición. Se creaba uno de los sueños más reconfortadores del fútbol: el Hungaria.

Bajo este nombre se realizó una triste unión de futbolistas a los que la amargura del exilio se aparejó la prohibición de continuar con su carrera profesional. Como si se tratara de un circo ambulante los integrantes del Hungaria eran contratados para disputar partidos amistosos por cualquier parte de Europa.

A la par que el mundo se rendía al Equipo de Oro, otro equipo, formado por exiliados, deambulaba por Europa. El equipo de los sin patria. Y tanto como aquél, deslumbró por su juego vistoso y vanguardista que revolucionó la concepción del fútbol.

El Real Madrid ha querido ofrecer a los aficionados un gran encuentro internacional, un partido de verdadera clase, en el que van a ser actores un grupo de ases de los más afamados de Hungría. Notables jugadores que después de alcanzar la fama han tenido que huir de su país, sometido a dominio comunista y al terror.

Diario ABC 02/06/1950

La llegada de futbolistas húngaros a la Liga española

Aquellos futbolistas exiliados eran pretendidos por los clubes europeos que intentaban sin éxito incorporarlos a sus equipos. Finalmente se encontró una solución, si se nacionalizaban en el país de destino, perdían su nacionalidad húngara y con ella su estatus de prófugo. En algunos casos se fue más allá, debían abandonar sus convicciones ortodoxas y abrazar el catolicismo mediante el bautismo. El propio Kubala fue bautizado en Águilas.

En nuestro país los húngaros fueron bien recibidos. Para el régimen franquista suponían una perfecta propaganda anticomunista y para la liga un gran salto de calidad. Su fichaje se convirtió como una especie de moda y los clubes españoles se pelearon por ellos: Kubala y Szegedi firmaron por el Barcelona, que también contrato al entrenador Daucik; Hrotoko y Sarosi fueron al Zaragoza, Lakatos al Logroñés, Nagy a Las Palmas, Licker y Otto al Granada

De esta forma el legendario Hungaria se fue debilitando y a finales de 1950 los restos que quedaban pusieron rumbo a Colombia para continuar su gira por Sudamérica, como anunciaba El Mundo Deportivo, aquel continente era “el único nido donde pueden emigrar esas errantes golondrinas del fútbol aventadas por la tormenta de la guerra”.

Seguirían un camino paralelo los integrantes del poderoso Honved. Aprovecharon los desplazamientos en competiciones europeas para para intentar huir. Puskas, harto de que se le negase su proyección internacional, fue el primero en poner pies en polvorosa. Kocsis y Czibor fueron dos ejemplos más de los que decidieron no volver a su país. Todos fueron acusados de “traidores a la patria” y sancionados por la FIFA. Al igual que sus compatriotas del Hungaria se vieron obligados a perder su nacionalidad para continuar con su carrera.

Inglaterra 3 Hungría 6
Inglaterra sufrió en Wembley una de las derrotas más dolorosas de su historia contra Hungría. El resultado final fue de 3-6 para los húngaros en un encuentro que pasó a la historia como ‘El partido del siglo’ (Foto: Marca)

En el mundial de 1958 Hungría no logró pasar de la primera fase, todas sus figuras habían renunciado a su nacionalidad. El Equipo de Oro había desaparecido, se había desparramado por Europa. ¿Qué habría pasado si aquellos dos conjuntos que maravillaron al mundo se les hubiese permitido unir sus fuerzas, si se hubieran juntado los Czibor, Puskas, Kocsis o Albert con los Kubala o Sarosi? Quizá la historia del fútbol se hubiese escrito en otro idioma, en húngaro.

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