Última actualización abril 14, 2020 por Javier Argudo
En los 91 años de existencia de la Liga, ha habido de todo: heroicidades, miserias y anécdotas de lo más curiosas. Estamos seguros que una de las más increíbles ocurrió en Gijón en marzo de 1975, escenario del partido televisado de la jornada 22 del Campeonato Nacional de Liga, algo que resultará fundamental en esta ridícula historia. Un Sporting que marcará época viene de capa caída tras una mala racha de resultados. Su alineación habla por sí sola: Jesús Castro, Ciriaco, Megido, Churruca, Quini… Pero nos quedaremos con otro nombre: Tati Valdés.
Crisanto García Valdés, más conocido como Tati Valdés o “La Maquinona”, sin duda un apodo que le iba a la perfección. Alfredo Relaño describe al futbolista: “llevaba el número 10 y ocupaba el puesto de interior retrasado, formando con Puente la pareja de fogoneros del equipo. Muy buen jugador, con trabajo, presencia y excelente desplazamiento del balón.” Sin embargo su figura distaba de la del típico futbolista triunfador. Valdés resaltaba sobre el césped por su visible sobrepeso y por una incipiente calva que sorprendía a sus veintipocos años.
Podemos discernir que se trataba de la pieza que equilibraba a un equipo netamente atacante y, hasta la temporada que nos ocupa, un titular indiscutible en el once sportinguista. Pero en el verano de 1974 llegó a Gijón un fino interior argentino que representaba todo lo contrario a Valdés. Apodado como “el Flaco”, Landucci lucía una figura delgada y una larga cabellera. Precedido de gran fama en su etapa en Rosario Central, se hizo con el puesto de titular al principio de temporada, mandando a Valdés al banquillo. La Maquinona al ser interpelado por tal circunstancia lanzó una frase mítica: “ya vendrá el barro”.
TATI VALDÉS Y EL FAMOSO PELUQUÍN
Y así fue, cuando el otoño hizo acto de presencia en los campos españoles, el todocampista Valdés le ganó la partida al estilista argentino. Quizá cariacontecido y aceptando el consejo de un amigo peluquero, el asturiano empezó a cubrir su cuero cabelludo con un peluquín de alta generación. “RODITOP” era único por su avanzado sistema alemán, una revolución del mercado de peluquines basado por una poderosa cinta adhesiva a doble cara. Roditop era lo más y Tati Valdés no dudó en utilizarlo hasta para disputar partidos de fútbol.
Y así llegaría la visita de la Real Sociedad a un engalanado Molinón con las cámaras de la TVE. Un decaído Sporting pierde desde el minuto 1 de juego, pero el show está por llegar. Minuto 7, Tati Valdés lucha por un balón aéreo. Al cabecear la pelota, su preciado peluquín sale despedido por los aires. Un grito de asombro recorre las gradas del Molinón. El centrocampista, sin dudarlo y ante la sorpresa de compañeros, rivales y árbitro se lo recoloca como puede y continúa con el juego.
Unos minutos más tarde, Valdés vuelve a saltar y el peluquín también… El murmullo es cada vez mayor. Avergonzado, lo recoge del césped y huye del terreno de juego. El entrenador Pasieguito, atónito como todos los allí presentes, ordena al melenudo Landucci ingresar en el campo. El partido terminará 0 a 2, pero el resultado es lo de menos. Todos hablan de lo mismo y no solo en Gijón, TVE ha retransmitido el espectáculo en directo para toda España, el infortunio de Valdés catapultó a su peluquín a noticia nacional.
Tati Valdés, un hombre de carácter se repuso al bochornoso revés y ya sin peluquín volvió a los terrenos de juego de todo el país, aguantando gracietas e insultos menores, la historia de su peluquín se fue diluyendo con el tiempo y quedando como anécdota de una de las grandes trayectorias personales sportinguistas.