Última actualización agosto 6, 2023 por colgadosporelfutbol
José Luis ‘El Tata’ Brown nos dejó el 12 de agosto de 2019. El bravo defensor argentino fue uno de los grandes protagonistas de la selección que se proclamó campeona del Mundial de 1986 en México. Aunque muchos dicen que Maradona ganó aquella Copa del Mundo sólo, futbolistas como el zaguero albiceleste fueron más que necesarios en aquel equipo.
El central disputó un total de 36 partidos con la selección anotando, curiosamente, un único gol. Ese tanto fue el primero de Argentina en la final contra Alemania disputada el 29 de junio de 1986 en el Estadio Azteca. Los argentinos acabarían ganando el partido por 3-2 gracias a otros dos goles anotados por Jorge Valdano y Burruchaga, este último a 7 minutos del final cuando el marcador reflejaba un empate a dos.
El Tata Brown acudió a la cita mundialista con grandes problemas físicos. Tal y como él mismo contó en varias entrevistas posteriores sufría dolores en una de sus rodillas que además estaba inflamada y cada día debían extraerle líquido. Sin embargo, su rol de suplente de Passarella le permitía, en principio, recuperarse para estar preparado por si su participación fuera necesaria más adelante.
Todo cambió cuando Passarella sufrió una afección que le dejó fuera del primer partido de aquel Mundial de 1986. El Tata Brown tendría la oportunidad que había estado esperando toda su vida. Representar a su país en una cita tan importante como aquella. Y no la iba a desaprovechar por nada del mundo:
«Era la oportunidad que había soñado toda mi vida»
«Passarella no estaba bien, no se recuperaba de su afección, pero nadie me había dicho nada. El día del debut fui a desayunar y me crucé con Bilardo. “Hola, Brown, ¿cómo estás?”, me pregunta. “Bien, por fin llegó el día”, le contesté. Se fue, enseguida se dio vuelta y me gritó: “Ahh, Brown, mirá que jugás vos, ¿eh?”… Era la oportunidad que había soñado toda mi vida, mirá lo que me viene a la memoria…. Me empiezo a cambiar, y entra Don Julio (Grondona) a saludarnos, uno por uno, una costumbre que mantiene. Tenía un papel en la mano, me pregunta cómo estoy y se va a hablar con Carlos. Yo miro de reojo y veo que hablaban de mí, porque me señalaban. Enseguida viene Don Julio y me da el papel. Era un telegrama de mi familia deseándome suerte (se le llenan los ojos de lágrimas)… Mi familia sabía todo lo que había sufrido para llegar ahí: los dos años luchando con la rodilla, mis viajes a dedo para jugar en Estudiantes, mi infancia en la escuela-hogar, ufff tremendo… y así pasó, jugué 6 partidos de titular antes de llegar a la final.
«Es increíble, jugué una final del mundo sin dormir ni un minuto la noche anterior»
Me preguntan que si creía que metía un gol en la final. ¿meter un gol en la final?, dije… ¡Ni loco!, ¡si no tenía ninguno en la Selección!. Es increíble, jugué una final del mundo sin dormir un minuto la noche anterior. Y no fui el único, porque en el galpón donde dormíamos siete, las bisagras de las puertas hacían un chirrido, y en un momento escuché varios, me asomé y estaba Ruggeri. “¿Qué hacés Cabezón? No pude dormir ni un minuto”, le dije. “No te puedo creer, yo igual”, me contestó. Luego el día esperado: la gran final. En la jugada del gol fue un centro preparado, se practicaba con la rosca saliendo para afuera. Nos posicionábamos el Checho (Batista), el Cabezón (Ruggeri), Valdano y yo, que éramos los más altos. Cuando Burru (Burruchaga) sacó el centro fuerte y con comba, di el paso hacia adelante para elevarme y de reojo vi a Schumacher que venía jugadísimo y dije: «no llega», yo llego corriendo con todo, lo tenía al Diego (Maradona) adelante, así que me apoyé en él empujándolo al suelo y cabeceé… luego del frentazo yo no miro más la pelota y salgo a festejar el gol, me arrodillé, me explotaba el pecho, ¡me explotaba todo!…
El Tata Brown y su mítica luxación de hombro
En aquella final, el Tata Brown sufrió además una luxación en su hombro después de un fuerte choque con un rival. El futbolista fue atendido por el doctor y lejos de marcharse del campo tuvo la idea de romper su camiseta con los dientes e introducir los dedos para inmovilizar su brazo.
Después seguí jugando matándome en la cancha y hasta me olvidé de mi lesión al hombro, fue un dolor insoportable pues fue una luxación en un choque con un alemán, entonces lo miro al doctor Madero y le digo: «ni se le ocurra sacarme», yo no salgo ni muerto de aquí ¡y me mordí la camiseta!, pasé millones de cosas duras en mi vida para vivir este momento y ni una lesión ni nada me iba a sacar ¡ni loco!…Son recuerdos maravillosos e imborrables, hasta hoy se me pone la piel de gallina».