Última actualización octubre 13, 2020 por Javier Argudo
Podrían resumirse en tres los grandes momentos del fútbol español, tres puntos álgidos en una larga trayectoria normalmente plagada de sinsabores: Las olimpiadas de Barcelona 1992, el mundial sub’20 de Nigeria 1999 y la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Los únicos tres acontecimientos en los que nuestro fútbol fue capaz de imponerse al del resto del globo. Sin embargo, 45 años antes de que el gol de Iniesta nos hiciera los mejores del planeta, 34 años antes de que la generación de Xavi y Casillas nos permitiera soñar, 27 años antes de que Guardiola besara la medalla de oro; España ganaba su primer mundial de fútbol.
Comienzos del mes de diciembre de 1964. Un rumor recorre la España deportiva como el frío aire de un soplido. Un aspecto desconocido hasta la propia Federación Española de Fútbol y que aseguraba la constitución de una Comisión en el seno del Ministerio del Ejército, encargada de realizar una misteriosa selección de futbolistas. Será el Teniente Coronel Pinilla, en la Base Aérea de Tablada (Sevilla) y rodeado de la prensa quien, unos días más tarde, diera oficialidad al rumor. Lo haría recitando un listado de 20 nombres e indicando de manera tajante, que todos ellos se hallaban en edad militar y por tanto bajo disciplina castrense y que la misión encomendada era como cualquier otro servicio militar. La misteriosa encomienda no era otra que la representación del país en la inminente Copa Mundial Militar, un torneo de reconocido prestigio internacional y con una oficialidad que hoy posiblemente nos cueste entender. Aquella era la vigésima edición de un torneo organizado por el Conseil International du Sport Militaire, organismo al que se había unido la España franquista tras ser levantado su bloqueo político y en cuyos campeonatos comenzaban a asomarse los atletas españoles.
Entre los futbolistas citados, se salpican futuras figuras del balompié nacional: De Felipe, Fusté, Grosso, Poli, Guedes, Ufarte… Todos ellos acuden a la cita ataviados con sus correspondientes uniformes militares. Sevilla se vuelca con el primer partido de aquella competición, llenando con 40.000 almas un engalanado Sánchez Pizjuán para ver a aquella Roja que lucía el escudo de los tres ejércitos en el pecho.
Tras vencer a doble partido a la todopoderosa Francia, el combinado español se deshizo de una temida Portugal comandada por Eusebio en un abarrotado Estadio Insular de Las Palmas. Alcanzaba una fase final que se celebraría en Asturias en un formato liguilla frente a los campeones de África, Asia y un segundo equipo europeo. Una agasajada pero debilitada España, que no podía contar con los jugadores de Atlético de Madrid, Real Sociedad, Athletic y Zaragoza; al estar jugándose las semifinales de la Copa del Generalísimo, cayó frente a Turquía en un primer partido cargado de polémica. Se repondría en la segunda jornada goleando a Bélgica para encarar el último encuentro con opciones de salir vencedora. Desde el Molinón, con la señal televisiva en directo y con la narración de Matías Prats, aquella España militar vencía a Marruecos para levantar el primer Mundial de nuestro fútbol.