Última actualización octubre 27, 2020 por Javier Argudo
Hacer el pasillo a un equipo que ha sido campeón días antes es una costumbre que viene siendo habitual en el fútbol desde hace muchos años. Sin embargo, hoy vamos a contar la historia de un pasillo que sirvió de homenaje al RCD Espanyol, aunque en realidad el conjunto perico no había sido campeón.
El 18 de mayo de 1988 el Espanyol vivió una de las noches más épicas y a su vez amargas de su historia. El conjunto periquito disputó el partido de vuelta de la Copa de la UEFA 1987-1988 contra el Bayer Leverkusen al que había derrotado en el partido de ida por 3-0 en el Estadio de Sarriá. Sin embargo, los alemanes lograron igualar la eliminatoria endosando a los blanquiazules idéntico resultado y derrotándolos en la tanda de penaltis.
EL RCD ESPANYOL Y LA UEFA DEL 88
A pesar de la derrota, aquella edición de la UEFA fue intachable para los pupilos dirigidos por Javier Clemente. Aquel día toda España y gran parte de Barcelona (seguro que incluso algunos culés) se volcaron con el Espanyol en busca de su primer título continental. Los pericos fueron capaces de eliminar a grandes equipos como el Borussia Monchengladbach, Inter de Milán, al mismísimo AC Milán de Arrigo Sacchi, Vitkovice y por último al Brujas en semifinales (con remontada incluida). Únicamente el conjunto alemán se interpuso en el camino a la ansiada copa.
Cuatro días después de aquella noche, el club catalán recibía al CD Logroñés en el mítico estadio de Sarrià en la última jornada del Campeonato Nacional de Liga 1987-1988 en un partido en el que ambos necesitaban puntuar para asegurarse de forma matemática la permanencia y evitar la promoción de descenso. Como es lógico el resultado final fue de empate a cero.
El conjunto riojano tuvo el detalle de hacer el pasillo a los jugadores del RCD Espanyol antes del comienzo del encuentro ya que los consideraban dignos de tal homenaje después de aquella excelente trayectoria europea que acababan de finalizar quedándose sin copa por la lotería de los penaltis. Fue una gran muestra de señorío de un club al que se echa mucho de menos.