Gravesen y el regate más cómico de la historia: La ‘gravesinha’

Gravesen y el regate más cómico de la historia: La ‘gravesinha’

El fichaje de Gravesen por el Real Madrid en el mercado de invierno de la temporada 2004-2005 sorprendió por igual a prensa especializada y afición. Un Real Madrid errático y acomplejado por el empuje del eterno rival, pese al desembolso económico orquestado por Florentino Pérez desde los despachos tenía una imperiosa necesidad de añadir orden y contundencia a su medular, para liberar de cargas a todo el talento ofensivo (y mucho más mediático) con el que se había armado. El cuerpo técnico se fijó en un jugado que no encajaba dentro de la etiqueta de los “galácticos”, pero que había demostrado en el Everton que de contundencia y compromiso físico sabía un rato. Así, y con la etiqueta de jugador bronco y de personaje “peculiar” a partes iguales, llegó el danés Thomas Gravessen al club merengue para aportar carácter.

Sucedió en el mercado de invierno, y ni el propio jugador se lo creía. Su agente se puso en contacto con él para comentarle la “posibilidad de fichar por el Madrid” y Gravessen pensó que se refería al Atlético; ”¿el Real Madrid?”, preguntó, “imposible”. Tras consultar con David Moyes, entrenador del Everton en aquel momento, y recibir su beneplácito, el jugador no dudó en firmar sin hacer preguntas ni poner ningún pero. Uno de sus mayores sueños se hacía realidad y, como bien sabía, “la ocasión la pintan calva”.

El Madrid necesita a un “bregador”

Una vez finalizada la mitad restante de aquella temporada, el Barcelona se alzó con el título tras una dura disputa con los merengues, y los madridistas apelaron a la magia brasileña para encarar la 2005-2006. El banquillo siguió siendo para Vanderlei Luxemburgo y Roberto Carlos y Ronaldo recibieron con alegría a sus compatriotas Júlio Baptista y Robinho. Este último llegó con la promesa de hacer sombra a la magia de Ronaldinho (nunca pasó) aunque se le recordaría más por la famosa “cucaracha”, pero Gravesen lo recordaría por una pelea a puñetazos en la que el brasileño no partía precisamente como favorito. El “Real Brasil”, además, dijo adiós a Figo y Owen: el primero salió con la vitola de ídolo de la afición; el segundo lo hizo de forma agridulce, con la frustración de no haber brillado a la altura de las expectativas despertadas.

En el Madrid actual, segundo favorito para alcanzar el título de LaLiga y un habitual entre los favoritos en los pronósticos semanales de Oddschecker, Gravesen lo habría tenido muy difícil, por no decir imposible, para hacerse con un hueco en la plantilla, pero en la temporada 2005-2006 el cuerpo técnico decidió que la rudeza del danés era justo lo que necesitaba una plantilla considerada como «blanda» y comenzó a ganar presencia en el equipo. Lo que nadie esperaba es que “el ogro” (o “Shrek”, si se prefiere) iba a permanecer en la memoria de la afición gracias a un regate único, grande como la vida y que solo un outsider como él podría haber creado. Ni el propio Zidane podría haber imaginado un gesto como el que pergeñó su compañero (y mejor así, porque la pierna izquierda del francés lo habría tenido difícil para salir indemne tras el quiebro).

No pestañeen o se lo perderán: nace la “gravesinha”

El 15 de enero de 2006, el mundo asistiría atónito a un momento histórico. Gravesen, quizá influido por el espectáculo que Zinedine Zidane estaba dando dentro del terreno de juego, decidió aportar su granito de arena al espectáculo que se vivía en el Bernabéu (el Madrid ganó 4-2 en aquel partido, con tres goles del que ahora ocupa el banquillo blanco): el danés encara a un rival, intenta cambiar de dirección y lo que a todas luces parecía un tropiezo se convierte en un regate nunca visto tras rebotar sobre su rodilla izquierda y retomar la carrera. Allí donde otros habrían dicho adiós a su ligamento, menisco o rótula, solo había un pequeño corte ensangrentado que el jugador tardó en notar.

El Día Después encontró un filón en este regate y nos regaló uno de los vídeos más divertidos de la historia del programa, un clásico atemporal con el que resultaba imposible contener la risa. Si te lo perdiste y todavía crees que un regate no puede tener potencial cómico, échale un vistazo al vídeo que aparece a continuación.

 

Adiós, césped; hola, Las Vegas

La temporada finalizaría con el Barcelona como campeón y el Madrid, a diez puntos, en segunda posición. Gravesen no volvería a reincorporarse a la disciplina blanca después de aquella campaña y recaló en el Celtic de Glasgow. Allí permanecería solo un año, para después retornar al Everton. Finalmente, con solo 32 años y con muchas dificultades para encontrar un equipo competitivo en el que jugar, decidió colgar las botas y cambiar el rumbo de su vida. Se centró en el mundo de la inversión, donde logró unas ganancias que se estiman en 110 millones de dólares y cambió su residencia a una mansión en Las Vegas de más de seis millones de euros, junto a estrellas como Steffi Graf, André Agassi o Nicolas Cage.

El póker se convirtió en una de sus pasiones. En el libro Mad Dog Gravesen, escrito por Christopher Sweeney, una de las biografías sobre un futbolista más recomendables de cuantas se han escrito, se detallan partidas millonarias (hablamos de decenas de millones) y una vida de lujo y exceso que rompía en mil pedazos aquella filosofía vital que le había llevado a buscar trabajo en una tienda de repuestos para automóviles con la intención de encontrar una rutina que aportase estabilidad a su vida. Según sus propias palabras, ese trabajo le proporcionaba la certeza de que el despertador “sonaría al día siguiente”. En Las Vegas, Gravesen cambió el despertador por fiestas sin fin y una vida propia de una estrella de Hollywood descontrolada.

Se le asoció con numerosas modelos, actrices y famosas de televisión, entre ellas Kira Eggersen y Kamila Persse, y las excentricidades a las que nos tenía acostumbrados en el campo, tanto en los partidos como en los entrenamientos, se trasladaron a la noche de Sin City, pero esas son historias para los tabloides. Nosotros nos quedamos con aquel momento mágico, un instante que duró apenas unos pocos segundos, pero que hizo sonreír a un país entero y convirtió a este “perro loco” en uno de los jugadores más queridos y recordados por todos los amantes del fútbol.

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