Última actualización marzo 25, 2024 por colgadosporelfutbol
El viejo San Mamés es uno de esos míticos estadios españoles que dejaron de existir hace unos años. Prácticamente en el mismo lugar fue construido el nuevo templo del Athletic Club. Hoy recordaremos una curiosa y bonita tradición que tuvo lugar en ‘La Catedral’ durante unos cuantos años.
La tuberculosis fue una terrible enfermedad que asoló España hasta bien pasada la primera mitad del siglo XX. En Bilbao las camas del hospital de Basurto se quedaban, a finales del siglo XIX, cortas para atender a los enfermos que padecían esta dolencia, por más que la sala de tuberculosos era la mayor del citado centro. Eso hizo que, en 1927, gracias al filántropo Luis Briñas, se construyera un hospital, que llevaba su nombre, para atender exclusivamente a tuberculosos, muy especialmente a niños. Aún así, la demanda seguía siendo muy superior a las camas existentes.
A partir de 1930 se sucedieron las ampliaciones del citado hospital, que, posteriormente, pasaría a denominarse Santa Marina. Entre 1941 y 1942 el hospital duplicó su capacidad, llegando a las 650 camas, con sección infantil incluida (tras la Guerra Civil también existía otro centro médico para tratamiento de menores aquejados de la terrible enfermedad, el Sanatorio Marítimo de Górliz, pero con menor capacidad que el de Santa Marina).
Enfemera, ¿cómo va el Athletic?
Con la reanudación del campeonato liguero, muchos de los enfermos eran aficionados al fútbol y estaban deseosos de conocer cómo iba el resultado del equipo al que seguían la mayoría de ellos: el Athletic de Bilbao. Como quiera que en el referido sanatorio solo existían un par de radios y la gran mayoría de los allí ingresados debían permanecer en sus habitaciones y no en las salas comunes donde se encontraban los aparatos, los pacientes literalmente “mareaban” a las enfermeras consultando cómo iban los partidos que el conjunto bilbaíno disputaba principalmente en San Mamés.
Remigio López ‘El Morito’
Así que, en 1946, al padre Alberto Álvarez, capellán entonces del centro sanitario, se le ocurrió contactar con un conocido suyo, Remigio López, experto en colombofilia, gran amaestrador de palomas y habitual en San Mamés, ya que a su condición de seguidor rojiblanco se unía la de vendedor ambulante de lotería y el mítico estadio vizcaíno era, también, su lugar de negocio.
En aquella época, era muy popular en toda España la venta de lotería ambulante, aún hoy se sigue haciendo en algunas zonas, como en la provincia de Cádiz o en los bares taurinos de Madrid. El vendedor, cobraba un pequeño recargo (“la propina”) y ofrecía boletos de una casa de loterías concretas por los lugares que frecuentaba: bares, plazas de toros o campos de fútbol. Así, Remigio López, conocido como “el Morito”, por lo moreno de su tez y su baja estatura, era un vecino de Indautxu que vendía lotería de Ormaechea, conocido e histórico local de apuestas del estado que aún sigue funcionando y que está situado en su emplazamiento original de la plaza de Indautxu, muy cerca de donde “el Morito” tenía su residencia.
Las palomas llegan a San Mamés
El sacerdote y el lotero ambulante pactaron lo siguiente: “el Morito” adiestraría a sus palomas mensajeras y las llevaría en una jaula a cada partido de San Mames. Cuando el Athletic marcara un gol, una de sus palomas blancas volaría desde el histórico estadio hasta el sanatorio, daría dos vueltas alrededor del mismo, para que pudiera ser visto por los pacientes, y regresaría a su palomar de Indautxu; si por el contrario fuera el equipo rival quien anotase, sería una paloma de color oscuro la que realizaría idéntica operación.
Tal sistema de información de los resultados del conjunto vasco se mantuvo durante un cuarto de siglo, perfeccionando el mismo, hasta el punto de que, con los años, las palomas no daban vueltas al sanatorio, sino que directamente y sin importar su color, llevaban en sus patas un mensaje con el equipo que había marcado el gol, el autor del mismo y el resultado provisional del encuentro, por mucho que ya existieran radios y televisiones.
Una tradición que “el Morito” mantuvo viva desde la temporada 1946-47 y durante casi veinticinco años, presente cada domingo en San Mamés, con su lotería y sus jaulas artesanales de madera, decoradas siempre de rojo y blanco, los colores del club de sus amores.