Última actualización agosto 19, 2020 por Javier Argudo
En el mundo del fútbol estamos hartos de oír determinadas expresiones. Una de ellas, es la que hace referencia a los errores de los porteros, conocidas como cantadas. Sin embargo, como podrán imaginar, todo tiene un origen y una explicación y, este caso, no es una excepción.
Muchos años antes de la llegada de Gullit, Rijkaard o Van Basten, el Milan ya contaba con holandeses en sus filas. En 1906 fichó a su primer jugador de esa nacionalidad, François Knoote. El neerlandés, además de haber sido portero internacional en su país, era un cantante lírico de cierto prestigio pese a su juventud. Había actuado en numerosos países y en reconocidos teatros como el Metropolitan Opera de Nueva York. Su llegada a Milan se debía, precisamente, a su interés por mejorar y optimizar sus cualidades vocales, matriculándose en el prestigioso conservatorio de la ciudad transalpina.
Enterados de su arribada a la ciudad italiana, los hermanos Pirelli, por aquel entonces aún en el equipo rossonero (posteriormente serían unos de los fundadores del Inter, en concreto en 1908), le convencieron para que jugara con el AC Milan. La única condición que puso el guardameta holandés fue que, como quiera que priorizaba la música al fútbol, los días de lluvia él no disputaría partido alguno, con el objeto de cuidar su voz.
A tal fin, los días de encuentro consultaba el barómetro que estaba situado en la galería Vittorio Emanuele II. Si este pronosticaba lluvia era el suplente, Attilio Trere, el que jugaba. Pero la fiabilidad del barómetro no era absoluta y, por tanto, en ocasiones, fallaba.
Una tarde, disputó el Milan un encuentro amistoso contra otro equipo de la misma ciudad norteña italiana. Los futbolistas notaron un revuelo inusual en el público asistente y, sorprendidos, se dieron cuenta de que su guardameta no estaba. La lluvia apareció y el portero salió corriendo hacia el vestuario con el fin de resguardarse de la misma y salvaguardar su voz, dejando al equipo con un futbolista menos: ¡el guardameta! .
Pasaron quince minutos hasta que la lluvia cesó y el portero (en una época en la que no se podían hacer cambios) regresó al terreno de juego. Al acabar el encuentro, sus compañeros recriminaron al neerlandés su “temporal deserción” en mitad del partido. Knoote fue tajante: “juego de portero, pero yo soy cantante”.
Desde aquel momento, los porteros que fallan son ‘cantantes’ y sus fallos ‘cantadas’. Hoy nos pareció oportuno recordar el origen de esta expresión tan popular en el mundo del fútbol.