Última actualización octubre 18, 2019 por Javier Argudo
La entrada del fútbol africano en Europa se produce vía Portugal, aunque después Francia se incorpore con fuerza. Es el Benfica el primer equipo en buscar joyas en Monzambique y Angola, y las encuentra hasta tal punto de que son fundamentales en las dos Copas de Europa (Champions League, hoy) que consigue, de forma consecutiva y derrotando, respectivamente, al F.C. Barcelona y Real Madrid en los años 1960-61 y 1961-62, en ambas finales tres jugadores africanos se alinearon con el conjunto portugués, siendo además, las figuras del equipo.
El más importante, Eusebio, el mejor jugador de la historia del futbol portugués hasta la llegada de Cristiano Ronaldo. El mozambiqueño llegó a ganar dos Botas de Oro y un Balón de Oro, alcanzando la cifra de 639 goles en una dilatada carrera profesional llena de éxitos. Eusebio da Silva Ferreira fue descubierto de forma casual por un ojeador del Benfica establecido en Mozambique que quedó maravillado de un crío que jugaba descalzo en una esplanada frente a su escuela.
Consiguió que lo fichara un club local, el Maxaquene, a modo de prueba. Allí solo estuvo una temporada, al siguiente año se trasladó ya a Lisboa y fichó por el Benfica. De familia muy pobre, padre angoleño que trabajaba construyendo la red ferroviaria del país natal de la “Perla Negra” y madre mozambiqueña, nació en este último país, pero fue en Europa, en el Benfica donde consiguió casi todo lo que fue en el mundo del fútbol.
En aquel equipo bicampeón de Europa también le acompañaba otro mozambiqueño, Mário Coluna y el gran goleador del equipo, José Águas, cinco veces máximo anotador de la liga portuguesa, era angoleño, aunque de raza blanca, al ser sus padres portugueses, se inició en el fútbol en su localidad natal, Lobito, donde también fue reclutado por la red de ojeadores que el Benfica estableció por las colonias portuguesas en África.
CHICO GORDO SIGUE LOS PASOS DE EUSEBIO
Y en esa misma ciudad, Lobito, en la costa angoleña, nació Bernardo Francisco da Silva, conocido futbolísticamente como “Chico Gordo” (Chico es la abreviatura de Francisco, y “gordo” no solo equivale en portugués al significado español, sino que en el criollo portugués angoleño es sinónimo también de “grande”). Y con una historia, en origen calcada a la de Eusebio, comenzó su aventura en el mundo del fútbol.
Chico Gordo, siendo apenas un adolescente, fue visto jugar por un directivo del Oporto, Fernando Sousa, que buscaba crear en la costera y populosa ciudad costera una academia para nutrir el conjunto norteño de aquellos futbolistas africanos que pudieran serles útiles, tal y como había hecho, con mucho éxito, el Benfica. El escaso tráfico rodado en muchas calles de la ciudad, las convertía en improvisados campos de fútbol, tal y como aún hoy sigue sucediendo. Allí, un joven espigado, que jugaba descalzo llamó poderosamente la atención del directivo portugués.
Tenía apenas diecisiete años y hacía cosas increíbles con el balón, llegaba a rematar todo aquello que parecía inalcanzable. Sousa le buscó un equipo en Lobitos, para observar sus verdaderas cualidades en algo “más serio”. Con el Clube Lobito apenas jugó una decena de partidos en el campeonato angoleño, doce goles. Chico Gordo llegó a Portugal y fichó por el Oporto, siendo, quizás, demasiado joven para jugar en un club de tal magnitud, pero el entrenador blanquiazul, Josá María Pedroto, le dio oportunidad de debutar en le segunda jornada de la temporada 1968-69, en la derrota contra el Vitoria de Setúbal por 3-1.
Salió cuando el conjunto “minhoto” ya perdía por dos a cero y disputó todo el segundo tiempo. La prensa fue unánime: de lo poco salvable de aquel Oporto, había sido la actuación del joven valor africano. Ese mismo año, también debutó en competiciones europeas, contra el Cardiff, marcó sus primeros goles como portista y …conoció la noche de una gran ciudad.
De los seis años que pasó como jugador del Oporto, tres estuvo cedido. Uno de ellos, por el obligado cumplimiento del servicio militar. Lo hizo en su país natal, como era preceptivo, y el Oporto, cedió a tres de sus jóvenes promesas que realizaban la mili en el país africano (Seninho, Fernando y Chico Gordo), al Futebol Club de Moxico, equipo vinculado al ejército portugués. Con ellos ganaría el único título de su carrera, la liga angoleña de la temporada 1972-73, jugando 20 encuentros y anotando otros tantos goles.
SPORTING DE BRAGA
Tras el fin de su etapa con el equipo de Oporto, provocado, en parte por su escaso interés en los entrenamientos y su dedicación casi plena a los clubes nocturnos de la ciudad, fue dado de baja, tras una última cesión en el Lusitania, de Segunda División, donde lograría 22 goles en 25 encuentros disputados. El Sporting de Braga le firmó un contrato por tres temporadas que, después, lo ampliaría hasta cinco años vistiendo con éxito la camiseta sportinguista.
El Sporting de Braga era un equipo “ascensor”, acostumbrado a luchar por no descender, que acababa de subir de Segunda División y que luchaba por permanecer con penurias deambulando por la zona baja de la clasificación. Chico Gordo tuvo la confianza del entrenador José Carlos y lo cambió todo, convirtiendo al club de Braga en cuarto clasificado (por detrás de los tres grandes, Oporto, Benfica y Sporting de Lisboa) en dos ocasiones, sexto en otras dos y séptimo en otra.
No tuvo unas cifras goleadoras escandalosas, pero siempre fueron aceptables y se ganó la admiración de todo el país al lograr los goles más espectaculares del campeonato temporada tras temporada. Chico Gordo se convirtió en el gran ídolo de los aficionados bracarenses. Al término de su quinta temporada como rojillo, le surgió la oportunidad de fichar por un club de una liga extranjera. El Olympique de Marsella llamó a su puerta. Allí, una ciudad con notable presencia de colonia portuguesa (entre ellos, algunos ex futbolistas profesionales como Antonio Lopes, ex del Paços Ferreira, y abuelo del jugador del F.C. Barcelona, Antoine Griezzmann) hablaban maravillas del espigado delantero africano.
DECLIVE Y TRÁGICO FINAL
Lo cierto es que Chico Gordo nunca se presentó en Marsella y acabó fichando por el Vitoria de Setúbal, donde permaneció dos temporadas, pero con, nuevamente cierta tendencia a descentrarse y una condición física que no era la ideal para un futbolista de élite. Tras finalizar su contrato con los de Setúbal y después de 11 años en la máxima categoría del fútbol portugués (Oporto, Tirsense (cedido), Sporting de Braga y Vitoria de Setúbal), fichó por el Beira-Mar de Aveiro, equipo de la segunda portuguesa. Apenas disputó un par de encuentros y no llegó a debutar en partido oficial.
Lesiones, ausencias en los entrenamientos, mala condición física, ganó mucho peso y perdió velocidad de modo alarmante, y colgar las botas al término de la temporada fue su camino. El propio Eusebio le calificó como el rematador africano de mayor calidad que había visto jamás, pero lo cierto es que sus once años en la élite le sirvieron de poco, ni siquiera haber sido cinco veces internacional sub 21 con la selección portuguesa ni una vez con la olímpica. Sin fútbol, el dinero voló rápido, y Chico Gordo acabó como empleado de una fábrica de cartones. Allí, trágicamente, llegaría su final, al fallecer en accidente laboral -descuartizado por una trituradora- a la edad de 51 años.