Última actualización marzo 22, 2024 por colgadosporelfutbol
Se puede oler el humo, se puede escuchar el rechinar de la máquina férrea que arranca. En las ventanillas se agolpan decenas de niños. No hay sonrisas. Puños al aire, rabia y miradas perdidas.
Nunca debió salir aquel viaje. El más triste de siempre. No hay juegos ni canciones. Un ambiente helador desquebrajado por un grito desconsolado: ¡Adiós mamá!… de papá hace días que me despedí para siempre, de ti acabo de hacerlo.
Los niños de Rusia
En 1937 la Guerra Civil Española atravesaba su momento más crudo. El Frente Nacional avanzaba por la Península Ibérica.
La lucha en el País Vasco es especialmente dura. Hambre, miseria y muerte. El presidente de Euskadi, Aguirre, ante la exigencia de los propios combatientes republicanos, tomó la decisión de evacuar a miles de niños vascos, corriendo el riesgo de transformarlos en unos “hombres sin dios y sin patria”.
De esta forma, con una cartulina colgada del pecho, una documentación en tres idiomas y el pesado equipaje de la incertidumbre y la pena, los niños pusieron rumbo a Rusia; entre ellos un joven renteriano: Agustín Gómez de Pagola.
El ‘Vasco legendario’
Meses más tarde llegaba a Moscú el legendario equipo de fútbol “Euzkadi” en su gira internacional, uno de los últimos recursos al que se agarró el gobierno de Aguirre en el exilio para conseguir medios económicos. Una vez más, el fútbol y la guerra eran estrofas de una misma canción.
Aquel acontecimiento marcó de sobremanera a un joven Agustín que ya sobresalía jugando al fútbol. Uno de los clubes más importantes de Rusia, el Torpedo de Moscú, se haría rápidamente con sus servicios.
No tardó la afición rusa rendirse a los pies de “El vasco legendario”. Con el Torpedo alzó dos copas soviéticas y fue galardonado como Maestro Emérito de Fútbol.
Aquel chaval que había llegado de la otra punta de Europa con lo puesto, sin hablar ni una palabra de ruso, se había convertido en un puñado de años en una auténtica figura del deporte soviético.
“Agustín tenía una fama fenomenal como deportista en todos los sitios. Tenía unas cualidades innatas: olfato, comprensión del juego, colocación, visión… Si nosotros jugábamos aún en el siglo XIX, él jugaba ya en el sigo XX…”
Ruperto Sagasti. Documental Vivir y Morir en Rusia 2
Pero aún estaba por llegar su culmen en su carrera futbolística, Agustín formó parte del equipo olímpico soviético en la Olimpiada de Helsinki. Algo extraordinario, era inconcebible que un extranjero representara a la URSS.
Sin embargo aquel éxito trajo aparejado un momento dramático. Se le prohibió saltar al campo. Las altas esferas determinaron que un vasco no podía representarlos en la Olimpiada. El equipo perdió, algo de esperar, pues Gómez era la auténtica base defensiva de aquel equipo. “Decir que Agustín se encontraba deprimido, era no decir nada, Agustín se sentía aplastado”.
El «Rojo»
Tras la muerte de Stalin en 1953, se inicia un proceso de deshielo entre las relaciones del régimen franquista y la URSS. Tal ambiente permite la repatriación de los “niños” en 1956.
Agustín aprovecha la ocasión y regresa a España a bordo del buque Crimea. Portaba con ilusión una carta del Real Madrid rogándole que no fichase por ningún otro club.
No tardaría de darse de bruces con la realidad. Todos los españoles rusos eran un peligro, pero Agustín lo era más que otros, es un personaje reconocido en Rusia y condecorado en el Kremlin; por si fuera poco, no esconde sus valores comunistas. Es señalado “este es demasiado rojo”. El Real Madrid se echa para atrás y a la familia Gómez se le cierran todas las puertas.
Meses después llega una oportunidad. El Atlético de Madrid le ofrece un contrato para los partidos que restan de la temporada, después ya se vería.
Con 34 años y con varios meses sin entrenar, Agustín salta al césped del Metropolitano. Su nerviosismo y su falta de forma no pasan desapercibido; por si fuera poco, el público no tarda en focalizar sus recelos comunistas contra él.
La curiosidad despertada por Gómez, se ha visto defraudada. Este jugador ha decepcionado demostrando que si bien ha sido figura, hoy ya no lo es.
Crónica del diario Mundo deportivo. 9 de diciembre de 1956
Agustín no se lo podía esperar, quedó estupefacto. En su cabeza aún resonaban los vítores rusos. En cambio, sus compatriotas lo rechazaban. No pudo aguantarlo. Se volvió al país vasco dejándolo todo, olvidándose del contrato y del dinero.
El Agustín Gómez político
Los humillantes interrogatorios en comisaría eran frecuentes, la situación económica agobiante. Pero llegó un salvavidas, el Club Tolosa ofrece un contrato como entrenador. Después entrenaría a un histórico: el Real Unión de Irún.
La familia Gómez por fin encuentra cierta estabilidad. Es en esta época cuando Agustín comienza la organización del Partido Comunista de Euskadi. La policía no tardaría en arrestarlo y encarcelarlo en Madrid.
Su detención presentó un problema diplomático para el régimen franquista. Desde la URSS se realiza una campaña para su liberación. Entre tanto, Agustín logra escapar de prisión.
“Ayer en Madrid, se fugó el peligroso criminal político, miembro del Comité central del PCE, Agustín Gómez, la policía y la Guardia Civil controlan las carreteras, todos los que podrán prestar colaboración en la búsqueda de este peligroso criminal…”
Una vez más, Agustín tiene que huir de España. Esta vez para siempre.
Desde el exilio, su papel en el Partido Comunista es determinante. Su propia casa se convierte en sede de importantes reuniones con personajes tan ilustres como Dolores Ibárruri “La Pasionaria”.
De fuertes convicciones comunistas ortodoxas, se posiciona a favor de la invasión soviética de Checoslovaquia lo que hace enfrentarse al líder del PCE, Santiago Carrillo, y fundar un nuevo PCE que reclamaba ser el auténtico.
Tras unos últimos años ligados totalmente a la política y realizar algunas operaciones para la KGB, el destino quiso que la azarosa vida de Agustín Gómez de Pagola se acabara tan solo 3 días antes que la de su archienemigo Franco.
Su lápida emerge poderosa sobre la nieve del cementerio de Donskoy, como una fría metáfora de la lucha del político, del defensa que nunca se rinde.
“Unos lo consideraron un político innato al igual que otros lo consideraron un futbolista innato”
Arguis Arlauskas Pinedo. Director del documental Vivir y morir en Rusia