El ‘peace and love’ de La Romareda, ¿leyenda urbana o realidad?

El ‘peace and love’ de La Romareda, ¿leyenda urbana o realidad?
Juan Eduardo Esnaider fue la gran estrella de aquel partido entre Zaragoza y Chelsea (Foto: football yesterday & today)

La edición de 1995 de la extinta Recopa de Europa fue histórica para el Real Zaragoza. El conjunto maño consiguió el que es, posiblemente, el título más importante de su historia al vencer en la final al Arsenal con el siempre recordado gol de Nayim que ningún aficionado zaragocista olvidará jamás.

Sin embargo, para poder alzarse con el título primero hubo que eliminar a importantes rivales. Uno de ellos fue el Chelsea al que el Real Zaragoza vapuleó en La Romareda por 3-0 con un doblete de Juan Eduardo Esnáider y un primer gol de Pardeza.

En aquel partido ocurrió algo que, todavía hoy no queda claro si se trata de una leyenda urbana o realidad. Coincidiendo con el tercer gol anotado por Esnáider, se produjo un terrible enfrentamiento entre los más de 5.000 aficionados ingleses y la policía que velaba por la seguridad aquella noche en el estadio zaragocista. Carreras, porrazos y amago de avalanchas que, por momentos, pudieron provocar la suspensión del partido.

Pero entonces ocurrió algo casi mágico. Un par de años antes el técnico del Sevilla, Bilardo, puso de moda un cántico que se fue repitiendo en los estadios españoles: ¡pisalo, pisalo!, después de una discusión en un Dépor-Sevilla celebrado en Riazor. En ese momento, con los hooligans ingleses en plena batalla campal, la afición zaragocista empezó a entonar el famoso cántico. Para sorpresa de todos, los radicales se calmaron y las peleas con la policía cesaron.

PEACE AND LOVE

Al día siguiente la prensa inglesa se hizo eco de este hecho: «Cuando nuestros seguidores, otra vez, comenzaron a dar un mal ejemplo al fútbol mundial por lo que tantas veces nuestros equipos han estado apartados de competiciones europeas, desde las gradas de La Romareda nació un grito de concordia, una fuerza enamorada que nos pedía la unidad de todos: paz y amor, paz y amor (peace and love, peace and love)».

El cántico real de la grada no podía estar más alejado de lo que los aficionados y prensa inglesa entendieron pero, en cualquier caso, bienvenido sea si se consiguió aplacar la ira de los radicales que viajaron aquel día hasta tierras aragonesas.

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