Última actualización mayo 4, 2024 por colgadosporelfutbol
Toda página que trate de fútbol retro debe de hablar de esta magnífica historia humana y de fútbol con un toque de romanticismo y vintage de los 70. La de la llamada ‘Lazio de las pistolas’ que consiguió ganar el Scudetto de la temporada 1973-74.
Aquel era un grupo de ‘mafiosetes’ divididos en dos facciones dentro de un equipo que no se mataban durante la semana entrenando de milagro pero que cuando salían al campo a disputar su partido eran un bloque sin fisuras.
En ese equipo se juntaban una serie de ideologías demasiado diferentes. En una época que no era buena para nadie, ese grupo de jugadores encajaba poco con el estereotipo de futbolistas que los jóvenes de hoy conocen.
Chinaglia y Martini: Los líderes de ambos grupos
El vestuario de ese equipo vivía dividido en dos facciones, separadas por dos líderes claros. Por un lado estaba Giorgio Chinaglia, delantero y estrella del equipo y por el otro Gigi Martini, lateral izquierdo.
Tal era la cosa que ni siquiera compartían vestuario durante la semana de entrenamiento y cada uno de los grupos se cambiaba y duchaba por separado. Entre sus objetos personales, los jugadores iban armados con su propia pistola con la que pegaban unos cuantos tiros después de la sesión de trabajo diaria.
Según contaron los propios protagonistas, durante los entrenamientos de la época eran capaces de hincharse a patadas y de buscarse el conflicto a la mínima para sacar en el vestuario las armas que cada uno portaba. Sin embargo, cuando llegaba el fin de semana se defendían como hermanos. Era un código de honor y odio difícil de entender.
La «Lazio de las pistolas» campeones del Scudetto 1973-74
Giorgio Chinaglia, delantero centro goleador, que posteriormente jugó en el NY Cosmos con Pelé, gustaba de llevar una Magnum 44 como la de Harry el Sucio encima. Llegó a estar procesado en los últimos años de su vida por contactos con diversas mafias europeas, con la camorra italiana, por estafa y por extorsión. En el New York de finales de los 70’s y principios de los 80’s, presuntamente amplió estos vínculos. Fue internacional con Italia en el Mundial de 1974.
El jefe de la otra facción dentro del vestuario era Gigi Martini metido en el siglo XXI a político de un conocido partido neofascista en Italia. En aquella época en la que comandaba medio vestuario de la Lazio era, siempre según los propios protagonistas, aficionado a disparar a farolas durante las concentraciones y se las tenía tiesas con Chinaglia y su grupo.
Sin duda el único que evitó que se mataran entre ellos fue Tommaso Maestrelli, el entrenador de ese grupo salvaje. Era un veterano, de esos que llevaban un chándal cacharrero de los de la época, que se reiría de los entrenadores de hoy en día que dicen que saben gestionar vestuarios. Don Tommaso, como si fuera El Padrino, era respetado por ambos grupos. Era como el padre de todos ellos y tuvo que convencer a sus jugadores más de una vez para que le dejaran las armas que todos portaban para así, evitar que se mataran entre ellos.
La absurda y evitable muerte de Luciano Re Cecconi
La Lazio de las pistolas llegó a su fin tras el traspaso de Chinaglia al Cosmos y también por varios acontecimientos que marcaron de manera trágica a este grupo de jugadores. El primero fue la muerte de Maestrelli que cayó enfermo de cáncer y falleció en 1976 y el segundo la absurda muerte de Luciano Re Cecconi al recibir un disparo. Curiosamente era uno de los pocos jugadores neutrales y que no llevaba armas en ese grupo.
Según cuentan las crónicas, acompañó a un amigo a una joyería de un conocido. Al entrar, se le ocurrió gastar una broma y simular un atraco para asustar un poco al joyero. Eran tiempos muy difíciles y el dueño de la joyería había sufrido ya una serie de asaltos y estaba un poco caliente con el tema, cosa que el futbolista, bromista por naturaleza, no conocía.
Re Cecconi se tapó la cara, se echó mano a su bolsillo simulando tener un arma y le dijo al joyero, que estaba de espaldas: «Arriba las manos, esto es un atraco”. El joyero, no reconoció al futbolista y se giró disparando un arma que tenía debajo del mostrador con la velocidad de un pistolero de una película del Oeste al futbolista, conocido como “El Ángel Rubio”, que murió horas después.
A los pocos días, el grupo salvaje se unió para rendir un homenaje a su compañero caído de una manera tan trágica como absurda. Esa fue la última vez, después cada uno siguió su camino, aunque la descomposición ya se había iniciado con la muerte del entrenador en 1976 y la marcha de Chinaglia al Cosmos de Nueva York. Pero para la historia siempre quedará ese Scudetto de 1974 ganado por la Lazio.