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Andrés Jaso, otra trágica historia de la Guerra Civil española

Última actualización noviembre 12, 2019 por Javier Argudo

Me llamo Áurea, soy hija de Aurelio Jaso Garde que murió en el frente en Madrid, está desaparecido. Soy sobrina de Andrés Jaso Garde que murió asesinado en Asturias, está desaparecido. Soy sobrina de José Jaso Garde que murió asesinado en Torrero, está desaparecido. Quiero recordar a las viudas y madres, ellas no perdieron la vida pero tampoco vivieron. Nosotros, los hijos, también hemos sufrido mucho, hemos sido marcados. Pero ellas nos educaron sin rencor y sin venganza, aunque no en el olvido. Cuando recojamos las declaraciones de reparación y reconocimiento personal no reabriremos heridas, las cerraremos. Recuérdalo tú y recuérdaselo a otros.

LAS BARDENAS

Las Bardenas Reales son un paraje natural semidesértico de unas 42.000 hectáreas que se extiende por el suroeste de Navarra. Sus suelos son de arenisca, yeso y arcilla, materiales que le confieren el característico tono dorado a un paraje singular en el que destacan los cerros solitarios o cabezos, unas figuras sorprendentes creadas por el efecto de la erosión y que parecen mostrar a una tierra viva, que se retuerce de soledad y se alza de forma desgarradora hacia el cielo en forma de plegaria.

Veintidós municipios limitan las Bardenas. En su vertiente occidental se asienta Mélida, una pequeña villa eminentemente agrícola que, a comienzos de la década de los treinta, alcanzó su máximo número de habitantes con 1400, aunque la posesión de la tierra recaía únicamente en dos familias. Este dominio señorial de la tierra hizo que la situación en el pueblo se volviera altamente inestable tras proclamarse la República. Los jornaleros se organizaron para reclamar la expropiación.

Entre aquellas calles de trazado perpendicular, típico de los planeamientos medievales, vivía de forma tranquila la familia Jaso Garde. Una familia humilde compuesta por un matrimonio y sus cinco hijos que, a principios de la década, viven ajenos a todo lo que se venía encima.

EL ÍDOLO DE MÉLIDA

Andrés era el tercero de los hijos Jaso Garde. Estuvo en la escuela hasta los catorce años, una época en la que la familia contaba con pocos recursos pero que no alejó al niño de su mayor pasión. A falta de un balón, Andrés pateaba todo lo que encontraba, “contigo no ganamos para alpargatas” decía su madre Demetria.

Pronto despunta jugando en el equipo del pueblo. Cuando apenas contaba con 18 años, el club de la capital, Osasuna, lo ficha para completar su plantilla ante la ilusionante temporada de inauguración de la Liga Española. Pero Andrés Jaso abandonará muy pronto su tierra, el fútbol ofrecía tentadoras oportunidades.

El fútbol tiene mucho de nomadismo y Andrés lo era”

Nos robaron el fútbol. 17/08/2019

Zaragoza, Sabadell, Valencia… pero cuando llegaba el final de temporada, Jaso siempre volvía a casa. Lo hacía de forma triunfal por la Avenida Zumalakarregi de una Mélida ya republicana. Los críos corrían para ver de cerca a aquel idolatrado vecino que protagonizaba sus colecciones de cajas de cerillas ilustradas.

En 1935, al no tener las oportunidades necesarias en un Valencia de primera división, ficha por el Sporting de Gijón. Con los asturianos disputa su temporada más ilusionante hasta la fecha, rozan el primer ascenso a primera división. Jaso tuvo una actuación prometedora, marcó ocho goles en los doce partidos que disputó antes de caer lesionado. Sin embargo no será la lesión de rodilla la que ponga el punto final a su carrera.

LOS JASO Y LA GUERRA

Verano de 1936, la tensión política y social va en aumento en todo el país. Asturias, Pamplona Mélida… Llega el 18 de julio, llega el golpe de estado militar. Los campesinos no tienen nada, no tienen por qué tener miedo. Pero los primeros días del alzamiento son cruentos en Navarra, se suceden las detenciones, se multiplican los asesinatos.

Las noticias vuelan. El hermano mayor, Aurelio, huye del pueblo. Escapa a las Bardenas. Deja atrás a su esposa y sus tres hijos pequeños, a su padre y a su madre. No sabe que no los volverá a ver. Ignora que es el último viaje a las Bardenas, que no habrá vuelta, que jamás volverá a besar a su hija, la que le esperaba noche tras noche peleando con el sueño, a la que, embelesado por el paisaje del desierto, había bautizado con el nombre de Áurea –dorada-.

Poco después, José, el hijo menor, es reclutado por el bando nacional. Es obligado a alistarse al tercio de Sanjurjo y marcha para Zaragoza.

Pasan las semanas, los meses, no hay noticias de ninguno de los tres. La esperanza se mantiene ante la inconsciencia de la dimensión de la tragedia, las noticias llegarán con el tiempo, junto al silencio.

José fue fusilado junto a otros 225 republicanos frente a la Academia Militar de Zaragoza. Aurelio atravesó las Bardenas y logró llegar a territorio republicano, moriría en noviembre de 1936 defendiendo Madrid. De Andrés nunca llegaron noticias, simplemente desapareció.

ÁUREA

La familia Jaso quedó hundida y marcada. Obligada a vivir con las puertas y ventanas abiertas, a ondear un trapo blanco en su carro. Demetria nunca se sobrepuso a la pérdida de sus hijos. Vivió llorando. Nunca dejó de hacerlo. “Lloró tanto que quedó ciega” asegura su nieta Áurea.

La pequeña creció llena de dudas. ¿Por qué tantos llantos?, ¿por qué no tenía padre?, ¿por qué no tenía tíos? Con el tiempo empezó a buscar explicaciones, noticias, lugares, tumbas y fosas. Áurea se convirtió en un cerro solitario, desgarrado por la pena, en mitad de aquel desértico silencio; en un dorado cabezo que se alzaba sobre el desierto de desconsuelo que dejó la guerra.

Encontró testimonios y documentos que aclaran los últimos pasos de Aurelio y José. Algo que logró apaciguar su inquietud aunque ahonda el pesar de no poder trasladar sus cuerpos con ella.

También halló noticias de Andrés. El futbolista decidió cambiar el campo de fútbol por el de batalla. Su apellido desaparecía de las crónicas de los pocos partidos y entrenamientos que realizó el Sporting de Gijón a la vez que aparecía en el listado de milicianos que componían el “Batallón Galicia”. Poco más se sabe, la niebla de la incertidumbre cubre su rastro. Los indicios apuntan que debió seguir la vía de escape de los milicianos hacia el País Vasco. La que discurría por Cangas de Onís, villa cruelmente asediada por la Legión Cóndor.

Nadie sabe que pasó realmente con aquel futbolista admirado por todo un pueblo, aquel que centraba la atención de todos los vecinos en sus salpicadas visitas a casa cargado de regalos. Todo son suposiciones que agigantan la amargura de una familia que aún sangra por la herida del olvido.

Quiero saber dónde está mi tío Andrés. Me moriré sin pasar página”

Áurea Jaso. La Nueva España. 09/09/2019

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