Última actualización agosto 20, 2020 por Javier Argudo
Ronald Koeman siempre fue un tipo con un carácter especial. Aunque nadie pone en duda que fue un gran central, su forma de ser, dentro y fuera del campo, siempre dio que hablar como demuestra la historia que analizamos en el siguiente artículo.
Que el fútbol es algo más que un deporte, es una afirmación aceptada por cada vez más gente, incluso por personas ajenas por completo al balompié. Simon Kuper en “Fútbol contra el enemigo” va más allá y asevera que “el fútbol proporciona claves para entender el mundo”.
Sin lugar a dudas, sin la explicación política o social, no se podrían entender centenas de momentos, de vídeos o de imágenes que suceden antes, durante o después de lo que debería ser un simple encuentro entre dos equipos formados por once futbolistas.
EL GESTO DE RONALD KOEMAN
La imagen que precede a estas líneas es incompresible si no viajáramos en el tiempo, si no nos retrotraemos cuarenta años antes de que Ronald Koeman se pasara la camiseta alemana por el trasero. Durante la Segunda Guerra Mundial la Alemania nazi puso patas arriba Europa. Holanda estaba irremediablemente cerca de Alemania, lo que acabó traduciéndose en la ocupación germana de su territorio durante cinco largos años. Un lustro en el que los que los holandeses intentaron oponerse a la fortaleza nazi, estructurando una importante Resistencia. Tras la victoria aliada en la guerra, Europa fue rehaciéndose, lentamente, mientras los problemas pasados fueron cayendo poco a poco en el olvido ¿o no?
Hamburgo, 21 de junio de 1988. Holanda acaba de derrotar a Alemania en la semifinal de la Eurocopa ’88 que se disputa en el país germano. La euforia estalla con tal virulencia en Holanda que hace pensar que lo allí acaecido es mucho más que un partido de fútbol. Más de la mitad de la población sale a la calle, mantean sus bicicletas por los aires al grito “tenemos nuestras bicicletas” haciendo referencia a uno de los episodios más singulares de la II Guerra Mundial cuando los nazis incautaron cientos de miles de bicicletas a la población holandesa.
Los holandeses sentían que acababan de ganar mucho más que un partido de fútbol. Para ellos el encuentro de Hamburgo, era la victoria de la Resistencia frente la Wehrmacht, era la batalla que no habían logrado ganar cuatro décadas atrás. Sin duda, aquella noche, Holanda retrocedió en el tiempo. La historia había dado un vuelco, había sido el ejército holandés, vestido de naranja, quien había ocupado el país vecino. El éxtasis holandés se plasmó en la fotografía de Ronald Koeman, que, curiosamente, fue el único jugador que intercambió su camiseta a la conclusión del partido, lo hizo con su amigo Thon y con ella protagonizó una de las anécdotas de la historia del deporte al admitir que la había usado como papel higiénico en el vestuario.
«Ganamos la Eurocopa, pero todos sabemos que la semifinal fue realmente nuestra final».
«Esta victoria se la dedico a nuestros padres y abuelos, que vivieron la guerra».
Van Breukelen
Tanto caló aquel partido en la sociedad holandesa que, un par de meses más tarde, se publicó un libro que contenía decenas de poemas escritos por literarios y futbolistas, en los que se evocaban más pasajes de la guerra que del partido.