sábado, diciembre 7, 2024

Barcelona-Real Sociedad, la final más larga de la historia

Última actualización marzo 4, 2020 por Javier Argudo

Fue conocida como la final de los treinta días, aunque en realidad fueron treinta y nueve las fechas que transcurrieron entre que se inició el encuentro correspondiente a la final de Copa de 1928 y el día en el que el F.C. Barcelona logró alzarse con el título. La final más larga de la historia comenzó un 20 de mayo de 1928, se disputó en Santander, y con nutrida presencia de seguidores de ambos equipos, mayoritariamente donostiarras, por cuestiones de lógica cercanía.

Al evento futbolístico asistieron personalidades del mundo cultural del momento, como los poetas Gabriel Celaya y Rafael Alberti, el cantante argentino Carlos Gardel o el gran mecenas cultural de la época, Jacobo Fitz-James Stuart Falcó, duque de Alba.

La Real Sociedad accedió a ella tras eliminar –incluida la histórica goleada por 7 a 0 al Valencia – y el F.C. Barcelona había hecho lo propio con el Deportivo Alavés. La del año 1928 no solo se convirtió en la final más larga de la historia del fútbol europeo, sino en una de las más polémicas y causó rencillas entre las aficiones de la Real Sociedad y Fútbol Club Barcelona durante años.

LA BATALLA DE SANTANDER

Ese primer encuentro fue pitado por el colegiado vizcaíno (curioso siendo la Real uno de los contendientes) Pedro Vallana. Al poco de comenzar la primera de las tres finales se produjo el primer incidente de la “batalla de Santander”, un choque, según la prensa donostiarra fortuito y según la catalana intencionado, del delantero Cholín Alcorta con el portero Platko acaba con este lesionado. El portero húngaro sufre un tremendo traumatismo encefálico que le hace perder el sentido y queda ensangrentado y tumbado en el césped santanderino. Su lesión alarma hasta tal punto que se hace pensar en lo peor, pero todo quedó en un susto y en seis puntos de sutura en la frente del internacional húngaro. El portero titular no pudo, por tanto, continuar y el delantero tinerfeño del equipo azulgrana, Ángel Arocha, al no estar permitidos los cambios, se vio obligado a actuar como guardameta.

Poco después, una entrada fuera de lugar de un defensa donostiarra lesiona a Samitier, quien aguantó sobre el césped, cojo, con un aparatoso vendaje, y sin apenas tocar balón, aunque en una de sus escasas intervenciones, logró el gol que suponía la momentánea victoria culé por 1 a 0 al poco de iniciarse el segundo tiempo. Los ánimos se caldean entre ambos equipos y se suceden acciones que rayan lo violento. La afición donostiarra protestó un posible penalti sobre el citado Cholín en la recta final del encuentro, el árbitro no lo señaló y el partido parecía que iba a finalizar con victoria azulgrana, pero un gol de Mariscal a falta de seis minutos puso en el marcador el empate a un tanto, resultado con el que finalizarían los noventa minutos reglamentarios, y que tampoco se vería alterado en la prórroga correspondiente.

Como quiera que no existían las tandas de penaltis, en caso de empate tras la prórroga, se procedía a disputar un nuevo encuentro dos días más tarde. Se haría, según dictaba el reglamento, en el mismo estadio y con el mismo árbitro. Lo segundo no sucedió, ambos clubes protestaron a la federación la actuación del colegiado vizcaíno y ésta optó por sustituirlo por el afamado Pedro Escartín.

PRIMEROS ALTERCADOS CON LA GUARDIA CIVIL

Para la segunda de las finales, disputada a las cuatro de la tarde del día 22 de mayo, Platko, felizmente recuperado, vuelve a ocupar la portería del F.C. Barcelona. El ambiente entre ambos clubes estaba más que caldeado y también afectaba a la grada. La afición donostiarra era mayoritaria, apoyada de forma casi unánime por los santanderinos que acudieron a presenciar el segundo de los encuentros. El ambiente, por tanto, no era el más idóneo para lo puramente futbolístico y el partido se desarrolló por cauces poco deportivos.

Se sucedieron las entradas violentas por parte de unos y otros, el fortísimo viento tampoco ayudó a que el juego fuera bonito y pesó enormemente lo físico, en detrimento de la calidad del juego. El colegiado, con más autoridad que Vallana, se vio obligado a expulsar a dos jugadores. Ambos abandonaron el terreno de juego por violentas entradas al rival: en el minuto 70 expulsó al azulgrana Guzmán y diez minutos más tarde haría lo propio con el donostiarra Cholín.

El encuentro finalizó con el mismo resultado que el anteriormente disputado: empate a un tanto. El primero fue obra del donostiarra Kiriki en el minuto 32 y empató, en el 69, el catalán Piera. Al término del encuentro se produjo uno de los primeros hechos violentos de la historia del fútbol español: un grupo de aficionados de la Real entraron en el vestuario del conjunto catalán para agredir a los futbolistas. Hubo intercambio de patadas, algún puñetazo e insultos y fueron desalojados del mismo por la Guardia Civil a golpe de porra.

CELEBRACIÓN EN LAS RAMBLAS… POR ERROR

En Barcelona, mientras, muchos aficionados salieron a la calle a celebrar el inexistente triunfo blaugrana. Las Ramblas se llenaron de aficionados cantando: “aliró, aliró, el Barça és campió”. El motivo fue el error de Radio Barcelona que había dado la errónea noticia de la victoria barcelonista por 2 a 1.

La realidad es que se había producido un nuevo empate y surgía un problema extra: señalar nueva fecha, con el inconveniente de que algunos de los futbolistas de ambos equipos eran internacionales y estaban llamados a disputar los Juegos Olímpicos de Amsterdam. Se acuerda, por tanto, aplazar el tercer partido para cuando las olimpiadas finalicen y se fija la fecha del 29 de junio para disputar el que sería el definitivo tercer encuentro de esta larguísima final. El escenario sería el mismo: los Campos de Sport de El Sardinero, en Santander.

A LA TERCERA… VA LA VENCIDA

La tercera y definitiva final vino marcada por las polémicas de las dos anteriores. El colegiado designado para pitar la misma fue el vizcaíno Pablo Saracho y las situaciones violentas entre ambos equipos se produjeron de forma idéntica a la anterior final. El árbitro expulsó a dos futbolistas y, según crónicas de la época, debió echar a alguno más. El azulgrana Carulla y el txuri urdin Mariscal se fueron a la calle tras agredirse mutuamente.

El conjunto catalán fue muy superior desde el primer momento, marcó su primer gol –obra de Samitier– nada más comenzar el encuentro, en el minuto 8, y al descanso se llegó ya con el resultado definitivo de 3 a 1 a favor de los catalanes (con goles de Arocha y Sastre para el Barça y Zaldúa por parte de la Real). El arbitraje no fue fácil, pese a la superioridad del equipo catalán, y la afición donostiarra reclamó dos penaltis a su favor, uno, al parecer, claro, pero lo cierto es que el Barcelona se impuso con claridad y pudo haber logrado algún gol más que evitaron las excelentes intervenciones del portero txuri urdin, Jesús Izaguirre.

Final de Copa 1928
Formación del Barça en la final de Copa de 1928 (Mundo Deportivo)

RAFAEL ALBERTI VS GABRIEL CELAYA

Treinta y nueve días para la final más larga y polémica de la historia que llegaron a plasmarse en sendos poemas de dos grandes nombres de la literatura española. Cada uno viéndolo desde su prisma partidista, lógicamente. El poeta gaditano, seguidor azulgrana confeso, Rafael Alberti le dedicó una oda a Platko y el escritor donostiarra Gabriel Celaya hizo lo propio, con otro poema, quejándose de las actuaciones arbitrales padecidas por su equipo.

“No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.

¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie”

(Alberti)

“Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.”

(Celaya)

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