Última actualización diciembre 4, 2020 por Javier Argudo
Francisco Maturana es uno de los mejores entrenadores que ha dado el fútbol colombiano. El técnico acumula una gran trayectoria en los banquillos tanto a nivel de clubes como de combinados nacionales. Hoy rescatamos una divertida anécdota que tuvo lugar en la final de la Copa Intercontinental del año 1989.
Atlético Nacional venía de proclamarse campeón de la Copa Libertadores y era un conjunto que maravillaba por su fútbol vistoso. Míticos jugadores colombianos integraban su plantel (Higuita, Andrés Escobar, Álvarez…). Sin embargo, el rival en aquella final en Tokio sería uno de los mejores equipos de la historia: El AC Milan de Arrigo Sacchi.
El conjunto colombiano tuvo un problema y es que su campeonato estuvo parado un tiempo antes de la final. El equipo de Maturana organizó diversos amistosos para llegar rodado al choque contra los italianos. Sin embargo, en uno de ellos, Andrés Escobar, líder de la zaga, sufrió una dolorosa lesión de tobillo. El médico del equipo autorizó que el futbolista jugara infiltrado.
El preparador colombiano contó en diversas entrevistas que prepararon el partido contra el Milan a conciencia. Toda la expedición del equipo viajó una semana antes de la final a Tokio y se vigiló que los jugadores no salieran del hotel. Únicamente entrenamientos y concentración. El técnico se esforzó en hacer entender a sus futbolistas que para vencer a su rival debían comportarse como ellos.
Con este objetivo, Maturana pidió a sus jugadores que estudiaran a sus rivales. Futbolistas europeos con una vida ordenada y metódica. Durante los días que duró la concentración los colombianos se esforzaron en ello hasta el punto de llegar a admirar a aquellas ‘máquinas italianas’.
Por fin llegó aquel 17 de diciembre de 1989. Atlético Nacional y AC Milan se vieron las caras en el Estadio Nacional de Tokio ante más de 60.000 espectadores en las gradas. Los cafeteros plantaron cara a su rival hasta el punto de llevar el choque a la prórroga. Sin embargo, cuando solo faltaba un minuto para que el campeón tuviera que resolverse en los penaltis, Evani anotó el gol que daba el título a los italianos.
De vuelta al hotel, Francisco Maturana dio permiso a sus jugadores para dar un paseo por Tokio y conocer la ciudad. Después de todo, el título ya se había perdido. Aún así, les insistió en comportarse como es debido, recordando nuevamente a sus rivales italianos cuya conducta era intachable.
«Dejé que los muchachos salieran a conocer Tokio después de tantos días de concentración. Yo me quedé en el hotel con el médico y Andrés Escobar, que había jugado infiltrado todo el partido y tenía mucho dolor en el tobillo. A partir de las 3 de la madrugada empezaron a llegar algunos de mis jugadores entre risas. Entonces supe que no me habían hecho caso y que habían ido a lugares poco recomendables».
En efecto, algún jugador del plantel reconoció a Maturana que habían visitado varios locales de copas e incluso un burdel: «Profe, en esos sitios nos hemos encontrado con Maldini, Van Basten… estaban todos los italianos a los que usted nos pidió con insistencia que imitáramos».