Última actualización febrero 9, 2020 por Javier Argudo
Japón Sevilla, Brito Arceo, Mejuto González, Díaz Vega, Andújar Oliver… así podríamos pasarnos horas y seguro que todos o casi todos sabríamos cantar el segundo apellido de muchos de los árbitros españoles después de escuchar el primero.
Este hábito no se sabe muy bien en qué momento comenzó a emplearse aunque existe una leyenda urbana en torno a un árbitro de los años 70 cuyos apellidos eran Franco Martínez. Da la casualidad, de que este colegiado compartía apellido con el dictador Francisco Franco y esto es algo que le acarreó bastantes problemas y anécdotas.
FRANCO Y LOS ÁRBITROS ESPAÑOLES
Según el propio árbitro confiesa, mucha gente aprovechaba para desfogarse con él y decirle ciertas cosas que en realidad iban dirigidas al jefe del estado: «Franco, que malo eres», «Franco, vete ya». Pero no quedaba ahí la cosa ya que muchos diarios sacaban portadas y titulares en la misma línea: «La culpa la tiene Franco», «Franco no vale para nada».
Ante esta vorágine de insultos y titulares con doble intención (según la leyenda urbana), Francisco Franco, que consumía mucha prensa, ordenó que los árbitros españoles fueran conocidos por los dos apellidos aunque el propio Franco Martínez niega esto y dice que cuando él llegó al arbitraje profesional ya era habitual este hecho.
Lo que sí está es que este colegiado murciano no arbitró ninguna final de Copa, a pesar de estar considerado uno de los mejores de su época, hasta que Francisco Franco falleció. El motivo, al parecer, era evitar nuevos insultos con ese doble sentido cuando los árbitros suben al palco antes de la entrega del trofeo al campeón. Después de la muerte del dictador, Franco Martínez arbitró tres finales, una de ellas la famosa que enfrentó al Barça y al Athletic Club.
En una ocasión, el árbitro murciano tuvo que autodescartarse en un derbi vasco que enfrentó a la Real Sociedad y al Athletic Club de Bilbao en Atocha debido a que se extendió el rumor de que la banda terrorista ETA podría atentar contra él.
En cualquier caso, aunque los árbitros españoles de los 70-80 o incluso 90 se diferencian bastante a los de la actualidad (desde la indumentaria hasta en la condición física), lo que está claro es que una cosa continua inalterable después de tantos años, se les sigue conociendo por sus dos apellidos.